LECTURAS
- Éxodo 16, 2-4.12-15
- Salmo responsorial 77, 3.4bc.23-24.25.54
- Efesios 4, 17.20-24
- Juan 6, 24-35
El evangelio del domingo pasado terminaba
diciendo que “Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se
retiró otra vez a la montaña, él solo”. Es decir, que Jesús observó que no habían
comprendido el signo de los “panes y los peces” y por eso se aleja de la
multitud. Jesús no fue un populista. Por eso, deja que pase la euforia del
momento, y cuando la gente lo busca y lo encuentra, Jesús propone una reflexión
que escuchamos en el evangelio de hoy, y que termina afirmando: “yo soy el pan
de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed
jamás”. Esta afirmación de Jesús presupone aquella otra: “No solo de pan vive
el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. En el ser humano
es fundamental la dimensión material y la espiritual; de faltar una de ellas se
anda cojo.
Para creer en Jesús y seguirlo hay
que conocerlo, y para conocerlo, debemos poner medios por nuestra parte. La misión de la Iglesia es anunciar a
Jesucristo, y proponer acciones “pastorales” que ayuden a cada cristiano a profundizar
en el conocimiento de Jesucristo, para estar con él, escucharlo, amarlo,
seguirlo, celebrarlo y anunciarlo a los demás. El conocimiento de Jesús exige
conocer su vida, sus palabras, su trato con las personas, sus prioridades, su
muerte y resurrección. Y, en consecuencia, ser cristiano es vivir como vivió Jesús
ante la necesidad de los demás, teniendo en cuenta la voluntad de Dios.
San Pablo conocía muy bien a los efesios,
porque cuando él llegó a Éfeso, no había cristianos, y él comenzó a anunciarles
a Jesucristo, y puso las bases de la primera comunidad cristiana en dicha
ciudad. Por eso, algunos años más tarde, en la carta que les envía, y que
leemos hoy, Pablo les dice que mantengan un estilo de vida coherente con su
nueva condición de cristianos, contrapuesta a la que tenían anteriormente
cuando eran paganos. Lo que les dijo a ellos, vale hoy para nosotros: “Renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana
creada a imagen de Dios”. Es decir, nos pide que revisemos toda nuestra vida y
que la orientemos según las enseñanzas del Señor y de su Evangelio.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
El evangelio del domingo pasado terminaba
diciendo que “Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se
retiró otra vez a la montaña, él solo”. Es decir, que Jesús observó que no habían
comprendido el signo de los “panes y los peces” y por eso se aleja de la
multitud. Jesús no fue un populista. Por eso, deja que pase la euforia del
momento, y cuando la gente lo busca y lo encuentra, Jesús propone una reflexión
que escuchamos en el evangelio de hoy, y que termina afirmando: “yo soy el pan
de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed
jamás”. Esta afirmación de Jesús presupone aquella otra: “No solo de pan vive
el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. En el ser humano
es fundamental la dimensión material y la espiritual; de faltar una de ellas se
anda cojo.
San Pablo conocía muy bien a los efesios, porque cuando él llegó a Éfeso, no había cristianos, y él comenzó a anunciarles a Jesucristo, y puso las bases de la primera comunidad cristiana en dicha ciudad. Por eso, algunos años más tarde, en la carta que les envía, y que leemos hoy, Pablo les dice que mantengan un estilo de vida coherente con su nueva condición de cristianos, contrapuesta a la que tenían anteriormente cuando eran paganos. Lo que les dijo a ellos, vale hoy para nosotros: “Renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios”. Es decir, nos pide que revisemos toda nuestra vida y que la orientemos según las enseñanzas del Señor y de su Evangelio.