LECTURAS
- 2 Reyes 4,42-44
- Salmo responsorial
- Efesios 4,1-6
- Juan 6,1-15
El evangelio de
este domingo, de san Juan, sitúa el contexto en el que sucede la multiplicación
de los panes y los peces: Jesús está rodeado de una multitud de gente que ha
venido a su encuentro que, junto a los discípulos, escucha sus enseñanzas. Se destacan dos
aspectos: Jesús anuncia la Palabra y da de comer a la multitud; Jesús les da el
alimento espiritual y el material, dos cosas necesarias al ser humano, porque
como bien había dicho Jesús: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios”.
Jesús observa
que la muchedumbre, después de mucho escuchar, estaba cansada, con hambre y
lejos de sus propios hogares. Se sintió conmovido y asume la responsabilidad de
alimentarlos; de ahí la pregunta propositiva que dirige a Felipe: “¿Con qué
compraremos panes para que coman éstos?” Esta es una
pregunta muy importante, también hoy, cuando un 25% de la humanidad muere de
hambre y de miseria. Hoy hay gente hambrienta como lo había en tiempos de Jesús,
quien siente en sus entrañas el hambre de la multitud. Y con la pregunta que
dirige a Felipe. Felipe debió pensar que Jesús se había vuelto loco, y se
preguntaba: ¿cómo podían ellos encontrar comida suficiente para aquella inmensa
multitud de gente? La respuesta de Felipe muestra su impotencia: “con 200
denarios no tenemos ni para empezar”.
Otro de los
discípulos, Andrés, ve una posibilidad e interviene diciendo: “Hay aquí un
muchacho que tiene 5 panes de cebada y dos peces, pero ¿Qué es eso para tantos”.
También Andrés ve difícil la solución. Puede que nosotros dijéramos lo mismo. La cuestión es
que, hoy, Jesús nos hace una pregunta parecida: ¿Cómo resolver el problema del
hambre en nuestro mundo y la escasez de bienes para una vida digna? La solución
que Jesús propone es, por una parte, no crear nuevas dependencias de opresión y
explotación; y, además, propone compartir lo que tenemos con los necesitados;
es lo que hizo Jesús.
Jesús
implica a los discípulos que colaboran organizando la distribución del pan y
peces. Y Jesús tuvo un gesto: “dijo la acción de gracias y repartió el pan a
los que estaban sentados”. Este gesto de Jesús es muy importante: indica que
cuando reconocemos que nuestros bienes son regalo de Dios a la humanidad, entonces
podemos ponerlos al servicio de los demás. No es posible reconocer a Dios como Padre
y fuente de los bienes y seguir acaparándolos egoístamente, desentendiéndonos
de los que pasan hambre. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, sino para
hacernos y reconocernos hermanos y hermanas, y, por tanto, creceremos como
personas en la medida en que aprendemos a compartir, humanizándonos cada día
más.
El evangelio de
hoy subraya la importancia de la solidaridad humana para resolver problemas que
parecen no tener solución.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISISDRO DE ALMANSA
El evangelio de este domingo, de san Juan, sitúa el contexto en el que sucede la multiplicación de los panes y los peces: Jesús está rodeado de una multitud de gente que ha venido a su encuentro que, junto a los discípulos, escucha sus enseñanzas. Se destacan dos aspectos: Jesús anuncia la Palabra y da de comer a la multitud; Jesús les da el alimento espiritual y el material, dos cosas necesarias al ser humano, porque como bien había dicho Jesús: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Jesús observa que la muchedumbre, después de mucho escuchar, estaba cansada, con hambre y lejos de sus propios hogares. Se sintió conmovido y asume la responsabilidad de alimentarlos; de ahí la pregunta propositiva que dirige a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” Esta es una pregunta muy importante, también hoy, cuando un 25% de la humanidad muere de hambre y de miseria. Hoy hay gente hambrienta como lo había en tiempos de Jesús, quien siente en sus entrañas el hambre de la multitud. Y con la pregunta que dirige a Felipe. Felipe debió pensar que Jesús se había vuelto loco, y se preguntaba: ¿cómo podían ellos encontrar comida suficiente para aquella inmensa multitud de gente? La respuesta de Felipe muestra su impotencia: “con 200 denarios no tenemos ni para empezar”.
Otro de los discípulos, Andrés, ve una posibilidad e interviene diciendo: “Hay aquí un muchacho que tiene 5 panes de cebada y dos peces, pero ¿Qué es eso para tantos”. También Andrés ve difícil la solución. Puede que nosotros dijéramos lo mismo. La cuestión es que, hoy, Jesús nos hace una pregunta parecida: ¿Cómo resolver el problema del hambre en nuestro mundo y la escasez de bienes para una vida digna? La solución que Jesús propone es, por una parte, no crear nuevas dependencias de opresión y explotación; y, además, propone compartir lo que tenemos con los necesitados; es lo que hizo Jesús.
Jesús
implica a los discípulos que colaboran organizando la distribución del pan y
peces. Y Jesús tuvo un gesto: “dijo la acción de gracias y repartió el pan a
los que estaban sentados”. Este gesto de Jesús es muy importante: indica que
cuando reconocemos que nuestros bienes son regalo de Dios a la humanidad, entonces
podemos ponerlos al servicio de los demás. No es posible reconocer a Dios como Padre
y fuente de los bienes y seguir acaparándolos egoístamente, desentendiéndonos
de los que pasan hambre. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, sino para
hacernos y reconocernos hermanos y hermanas, y, por tanto, creceremos como
personas en la medida en que aprendemos a compartir, humanizándonos cada día
más.
El evangelio de
hoy subraya la importancia de la solidaridad humana para resolver problemas que
parecen no tener solución.