sábado, 27 de noviembre de 2021

Día 28 noviembre de 2021. Domingo 1º de Adviento.

 



LECTURAS

  • Jeremías 33,14-16
  • Salmo responsorial 24
  • 1 Tesalonicenses 3,12-4,2
  • Lucas 21,25-28.34-36

Como en los dos  últimos domingos, también hoy el evangelio nos habla con un lenguaje apocalíptico.   Es probable que al escuchar la serie de catástrofes que anuncia Jesús, nos haga pensar que,  justo en este tiempo y en nuestros días, constatamos situaciones  similares a las indicadas en el evangelio: cambio climático con inundaciones y sequías, la pandemia Covid-19, se agranda la franja entre pobres y ricos,  aviso de que las pensiones no son sostenibles, escasez de recursos por parón laboral a causa de la pandemia, problemas de transportes, subida galopante del  IPC,... El miedo, la angustia, la depresión, el estrés,  los radicalismos políticos,  nacionalismos y  populismos, las xenofobias, ...  están a la orden del día. 

         En un lenguaje simbólico, la “catástrofe cósmica” era en la época de Jesús el signo de la caída de un orden social injusto y la inauguración de un mundo nuevo. El texto dice: “habrá signos en el sol, en la luna y en las estrellas..., y que las potencias del cielo temblarán”. Con estas palabras se nos dice que todos los poderes dominadores y esclavizantes, los “ídolos” y falsos valores,  los sistemas ideológicos que arrebatan la libertad humana caerán. Esa fue la experiencia de la primera generación de cristianos, que vio como Jerusalén y el Templo eran destruidos. Si leemos la historia, el Imperio Romano que parecía invencible, también se derrumbó, lo mismo el Imperio español, y otros, antes y después; y en la actualidad  ¿no estamos asistiendo a este derrumbe de la cultura dominante? ¿no estamos asistiendo a la decadencia de Occidente?

 Dice el texto evangélico: “Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Aquí se anuncia el gran triunfo del Hijo del Hombre, que es Jesús Resucitado, la plenitud humana. No dice “verán a Dios”, sino al “Hijo del Hombre”, a la nueva humanidad que se manifiesta en Cristo. Ante esta situación de crisis, Jesús  nos invita, a nosotros  a sus discípulos, a no tener miedo, sino a ponernos en pie y  “alzar la cabeza”, que significa vivir con esperanza. Creer en Dios significa levantar la cabeza porque se acerca nuestra liberación: una liberación que se nos ofrece como don de Dios.

Por tanto, nuestra expectativa no es la angustia ni el miedo, sino la alegría y la esperanza porque nuestra vida y la de toda la humanidad están garantizadas en Dios.  Esta es la esperanza que celebramos en este tiempo de Adviento.


HOJA DOMINICAL DIOCESANA



 


 

 

 

 


sábado, 20 de noviembre de 2021

Día 21 noviembre de 2021. Domingo 34. Fiesta de Jesucristo, Señor del universo.

 LECTURAS

  • Daniel 7,13-14
  • Salmo responsorial 92
  • Apocalipsis 1,5-8
  • Juan 18,33b-37

A la pregunta de Pilato: "Entonces, ¿Tú eres rey?”  Jesús responde: “soy rey, pero mi reino no es de este mundo”. Eso significa que el ser rey en Jesús  no proviene de las fuerzas de este mundo. Jesús no necesita soldados, ni dinero, ni dominar pueblos y naciones.  No tiene más poder ni más reino que la Verdad. Y la Verdad de Jesús es el amor de Dios al mundo, manifestado en su persona y en su actividad. Él  realiza plenamente el designio de Dios sobre el ser humano, mediante  la compasión, el perdón,  creando vínculos de fraternidad, fruto del cumplimiento del mandamiento principal, que nos indicó hace unos domingos: “amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo”.

  Jesús no quiso ponerse  al nivel de los poderes de un mundo donde la verdad es pervertida por la mentira de los poderosos, como podemos apreciar en nuestro propio país y en buena parte de nuestros gobernantes. Jesús, en cambio, aparece y actúa como testigo de la verdad, y  por serlo de esa forma murió crucificado. Los poderosos no le perdonaron.

En este domingo de la fiesta  de Cristo Rey del Universo, tal vez podríamos preguntarnos: ¿Quién o qué reina en mí? ¿Qué reyezuelos oprimen mi conciencia y libertad? ¿Es el consumo de cosas, la necesidad de ser importante, el dinero, el prestigio, la ambición de poder, la indiferencia,...?

En el evangelio de hoy, contemplamos a Jesús maltratado y humillado, pero lleno de dignidad y fiel a su misión. Esta contemplación de Jesús en el evangelio, nos lleva a preguntarnos: ¿en qué valores nos apoyamos para crecer como personas?

    HOJA DOMINICAL DIOCESANA



domingo, 14 de noviembre de 2021

Día 14 noviembre de 2021. Domingo 33 del Tiempo Ordinario.

 

JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES


LECTURAS

  • Daniel 12,1-13
  • Salmo responsorial 
  • Hebreros 10,11-14.18
  • Marcos 13,24-32

En el evangelio leemos: “Después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará resplandor, las estrellas caerán al suelo…”. Literalmente nos hace pensar en un cataclismo de grandes dimensiones, y su consecuencia la destrucción del mundo. No es así como hay que entenderlo

¿Qué quiere decirnos Jesús con estas palabras en lenguaje apocalíptico? A nosotros, personas del siglo XXI,  Jesús nos dice que después de un tiempo como el nuestro, en el que estamos destruyéndonos unos a otros y destruyendo la naturaleza, caerán los falsos dioses o poderes opresores que encarnan sistemas ideológicos y económicos, que imponen falsos valores y esclavizan a los seres humanos, causando injusticias y sufrimientos, con muchos millones de personas descartadas y condenadas al hambre, la miseria  y la muerte. Este mundo que vive de apariencias, instalado en la mentira, soberbia y muerte caerá definitivamente. Esto es lo que podemos entender.

“Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes  con gran poder y gloria”. Con estas palabras nos indica que se hará palpable, se desvelará para todos  el triunfo de Cristo Resucitado (el Hijo del hombre) que es la Nueva Humanidad. Su gran fuerza de Vida se opone a la fuerza  de la muerte que será aniquilada; los opresores caerán igualmente. Por tanto, no se trata  de un final del mundo natural, pues Dios no destruye lo que creó  y es bueno, al contrario, lo que no tiene futuro es el mundo injusto, mundo de pecado y  egoísmo, que excluye  a los más pequeños e indefensos, causando grandes sufrimientos y oscureciendo el sentido de la vida humana, ese mundo tiene fecha de caducidad, será aniquilado.

¿Cuándo sucederá todo esto? La respuesta de Jesús es: “En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce,  ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre”. Estas palabras son una invitación a vivir con confianza en Dios, que es Amor y estamos en sus manos, con tal que lo aceptemos  con fe.

No es el temor sino  la esperanza lo que  quiere sembrar Jesús  en nosotros sus discípulos. Por ello, desde estas palabras nos preguntamos  ¿Qué sentido tiene nuestra vida humana? Nosotros no creemos que nuestra vida viene de la nada y termina en la nada. Lo que da sentido a nuestra vida es que Jesús Resucitado ha vencido la muerte  y está siempre cerca de nosotros; él nos asegura que nos acompaña en  nuestro camino todos los días de nuestra vida, y lo experimentamos desde la fe, celebrando los sacramentos, especialmente la Eucaristía, en la que continuamente hacemos referencia a Jesucristo, quien  nos ha destinado a participar de su vida  y gloria de resucitado.

HOJA DOMINICAL DIOCESANA

 


sábado, 6 de noviembre de 2021

Día 7 noviembre de 2021. Domingo 32 del Tiempo Ordinario.

 


 Hoy,  7 de noviembre, celebramos el Día de la Iglesia Diocesana

«Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo»,  es el lema que recuerda que juntos, como familia, logramos una parroquia activa que responde a la llamada de Dios.

 Juntos somos Iglesia Diocesana, poniendo todo lo que somos al servicios de los otros y colaborando juntos llevamos a cabo la labor de la Iglesia. Juntos logramos una parroquia vivacomprometida, apasionada por Jesucristo y entregada a los demás.


LECTURAS

  • 1 Reyes 17,10.-16
  • Salmo responsorial 145
  • Hebreos 9, 24-28
  • Mc 12,38-44

Relata el evangelio que estando Jesús sentado frente a los cepillos de las ofrendas, observaba cómo la gente echaba dinero: “muchos ricos echaban mucho”, dice el evangelio. También  una pobre viuda, se acercó y echó dos pequeñas monedas del más bajo valor de aquel tipo de dinero. Y aquel gesto de la viuda llamó la atención de Jesús,  quien llamando a los discípulos les hizo ver que “aquella pobre viuda había echado más que nadie, porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta mujer, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

La mirada de Jesús es muy diferente a nuestras miradas, a veces, superficiales. Jesús procura comprender  el corazón y la vida de las personas con las que se cruza; la mirada de Jesús es calmada, no juzga a la primera, da confianza y valora  lo que de bueno hay en toda persona.

Este Evangelio nos invita a abrir los ojos y descubrir a  muchísima gente que hay en nuestro alrededor, que es como esta mujer: generosas en el cumplimiento de su obligación, y sin darse la más mínima importancia, sin aplausos,  sin hacer ruido. Son personas  como las dos viudas de las que nos hablan la 1ª lectura y el evangelio de hoy.

Seguro que a todos nos gustan las alabanzas y los reconocimiento, muchas veces justos,  por lo bien que hacemos  las cosas. No es que esto sea malo, a veces es necesario y nos eleva la autoestima. Pero en el Banco del Reino de Dios las «acciones» que más valen son aquellas que hacemos generosamente y que nadie valora, que nadie  aplaude ni reconoce, o que incluso desprecian o critican. Pero Jesús  que sí  las valora,  dirá: “Venid benditos de mi Padre y heredad el Reino,  porque tuve hambre y me diste comer, estuve enfermo y me visitaste… porque lo que hiciste a uno de estos pequeños, mis hermanos, a mí me lo hiciste”.

HOJA DOMINICAL DIOCESANA