domingo, 1 de diciembre de 2024

Día 1 diciembre de 2024. Domingo i de Adviento Ciclo C

 



LECTURAS

  • Jeremías 33, 14-16
  • Salmo responsorial  24, 4bc-5ab.8-10.14
  • 1 Tesalonicenses 3, 12-4,2
  • Lucas 21, 25-28.34-36




Al decir de la venida de Jesucristo, hablamos de dos momentos. El primero es la venida en la historia, encarnándose, haciéndose hombre, viviendo con sencillez y humildad, entregándose a los demás hasta la muerte y resurrección. Es el acontecimiento que celebramos el día de Navidad, y que es un regalo para cada uno de los hombres y mujeres, y, por tanto, para todos los pueblos de la tierra.

El segundo será el retorno de Jesucristo en su gloria y majestad; será la “venida de nuestro Señor Jesús con todos los santos”, como hemos escuchado en la segunda lectura. No será el fin del mundo creado, sino el retorno visible de Cristo victorioso, poniendo fin a este mundo injusto y de muerte, instaurando el Reino del amor, la justicia y la paz, como es la vida de Dios, y entonces será la realización plena y definitiva de la obra salvadora de Dios. Esto lo expresa el evangelio de hoy cuando dice: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”.

  La venida del Señor es regalo de Dios que, como tal, debe motivarnos a ser agradecidos con Dios, y al mismo tiempo, nos mueve a vivir con alegría, lo que se debe traducir en una vida de sencillez, de amor, de paz.

Además, el tiempo de Adviento, debe avivar nuestra esperanza, que no es simple esperar a que llegue la fiesta, sino esperanza activa, y por ello, Jesús en el evangelio nos advierte: “Tened cuidado vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida”. Como vemos es una llamada a estar vigilantes, es decir, vivir sabiendo que cada momento de nuestra vida es importante, que cada decisión nuestra es respuesta a la llamada escondida de Dios, y que una respuesta puede construir o destruir. El Adviento es también llamada a hacer frente a un peligro de nuestro tiempo, como puede ser el desencanto de todo, o la convicción de que” no hay nada que hacer”.

 Jesucristo es la raíz de nuestra esperanza, que no es pensar ingenuamente que las cosas mejorarán, sino la convicción de que Dios quiere y hace posible una vida de amor, de servicio, de paz, y esto será realidad si nosotros contribuimos a hacerlo posible, porque Dios siempre es fiel, y espera nuestra respuesta confiada y fiel.  

La Palabra de Jesús no nos evita los problemas, pero nos ayuda a hacerles frente. Nos dispone a la escucha, a la mirada vigilante, invitándonos a una dinámica de conversión, liberándonos así de los vicios e ídolos de los que nos rodeamos, dejando que el Niño de Belén ocupe el centro de nuestra vida.



LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA