LECTURAS
- 1 Samuel 1, 20-22. 24-28
- Salmo responsorial 127, 1-5
- 1 Juan 3,1-2.21-24
- Lucas 2, 41-52
La familia
siempre ha sido considerada como algo fundamental para los cristianos, teniendo
en cuenta, además, que la familia es la célula básica de la sociedad.
Hoy constatamos
las grandes diferencias de entender la familia según las culturas, y en la
nuestra observamos el cambio vertiginoso que se ha operado en pocos años; en
lugar del hombre y de la mujer, la actitud de los hijos según las edades, el
papel de los abuelos y de la gente mayor, la movilidad, las rupturas familiares.
Por ello, es fundamental preguntarnos por la manera cristiana de entenderla y
vivirla.
Según la visión
cristiana, la familia está llamada a vivir según los valores evangélicos, siendo
el amor la palabra clave, cómo nos ha dicho San Juan en la segunda lectura, donde
nos dice: “Revestíos de compasión, de bondad, humildad, paciencia; sobrellevaos
mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha
perdonado, haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es
el vínculo de la unidad perfecta”. Según esto, es
necesario prestar mucha atención y buscar qué es lo mejor para cada miembro de
la familia. Y, además, como el ser humano es un ser social, no debemos quedar
encerrados en la propia familia, sino alimentar un clima de apertura generosa
al bien social practicando la solidaridad como Jesús nos enseña, y trabajar
porque tengamos una sociedad más justa y en paz. Y esto trabajarlo en un clima
de oración, preguntándonos siempre qué es lo que Dios espera de nosotros para
nuestro propio crecimiento y el bien de los demás.
En la Virgen
María tenemos un ejemplo de cómo hacer para descubrir la voluntad de Dios, como
dice el Evangelio de hoy: “Su madre conservaba todo esto en su corazón”. Si no leemos
el Evangelio y no lo meditamos, si no nos preguntamos en el silencio de la
oración, nunca podremos actuar en cristiano, sino que lo haremos según nuestros
criterios u ocurrencias del momento.
LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
APERTURA DIOCESANA DEL JUBILEO 2025
Con motivo del 1700 aniversario del Concilio de Nicea (325) y siguiendo la tradición de los años jubilares cada 25 años, el papa Francisco ha convocado para el año 2025 un Jubileo, una invitación a renovar la condición peregrinante de la Iglesia, bajo el signo de la esperanza. En la bula de convocatoria de dicho año jubilar, Spes non confundit, el papa nos invita a poner el ancla de nuestra esperanza en Dios, pero también a ser nosotros signos de esperanza para nuestros hermanos.
La familia
siempre ha sido considerada como algo fundamental para los cristianos, teniendo
en cuenta, además, que la familia es la célula básica de la sociedad.
Hoy constatamos
las grandes diferencias de entender la familia según las culturas, y en la
nuestra observamos el cambio vertiginoso que se ha operado en pocos años; en
lugar del hombre y de la mujer, la actitud de los hijos según las edades, el
papel de los abuelos y de la gente mayor, la movilidad, las rupturas familiares.
Por ello, es fundamental preguntarnos por la manera cristiana de entenderla y
vivirla.
Según la visión cristiana, la familia está llamada a vivir según los valores evangélicos, siendo el amor la palabra clave, cómo nos ha dicho San Juan en la segunda lectura, donde nos dice: “Revestíos de compasión, de bondad, humildad, paciencia; sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta”. Según esto, es necesario prestar mucha atención y buscar qué es lo mejor para cada miembro de la familia. Y, además, como el ser humano es un ser social, no debemos quedar encerrados en la propia familia, sino alimentar un clima de apertura generosa al bien social practicando la solidaridad como Jesús nos enseña, y trabajar porque tengamos una sociedad más justa y en paz. Y esto trabajarlo en un clima de oración, preguntándonos siempre qué es lo que Dios espera de nosotros para nuestro propio crecimiento y el bien de los demás.
En la Virgen
María tenemos un ejemplo de cómo hacer para descubrir la voluntad de Dios, como
dice el Evangelio de hoy: “Su madre conservaba todo esto en su corazón”. Si no leemos
el Evangelio y no lo meditamos, si no nos preguntamos en el silencio de la
oración, nunca podremos actuar en cristiano, sino que lo haremos según nuestros
criterios u ocurrencias del momento.