LECTURAS
- Jeremías 23,1-6
- Salmo responsorial 22,1-3a.3b-4.5.6
- Efesios 2,13-18
- Marcos 6,30-34
En el Medio Oriente antiguo, la imagen
del pastor se aplicaba a los reyes y dirigentes del pueblo. Ellos debían no
solo guiar al pueblo, sino también acompañarlo y ser solidarios con él. Así,
vemos cómo Dios elige a David, pastor de profesión, para ser el pastor-rey que
guíe y dé prosperidad a su pueblo Israel. Algunos
siglos después, el profeta Jeremías, en nombre de Dios, denuncia el mal
comportamiento de los dirigentes: “Esto dice el Señor Dios de Israel, a los
pastores que pastorean a mi pueblo: “vosotros dispersasteis a mis ovejas y las
dejasteis ir sin preocuparos de ellas… Voy a pediros cuentas por la maldad de
vuestras acciones… les pondré pastores que las apacienten y ya no temerán ni se
espantarán”.
La primera lectura de este domingo nos describe los
rasgos de los malos pastores, de modo que, si invertimos la redacción, descubrimos
las características de los buenos pastores.
- “Ay de los
pastores que dispersan las ovejas”. El buen pastor, al contrario, crea lazos de
unión entre los miembros de la comunidad, sea la parroquia, la propia familia,
el pueblo o institución que “pastorea” o guía.
- “Dejan que se
pierdan las ovejas”. El buen pastor se preocupa por todas las personas, saciando
su sed con el anuncio de la Palabra de Dios, los alimenta con los sacramentos y
los guía por el sendero justo. Para el buen pastor, para los buenos padres, para
los buenos dirigentes, atender a las personas es lo prioritario, antes que los
intereses o gustos personales, como Jesús que vio una multitud y se compadeció
de ella porque andaban como ovejas que no tienen pastor y, en lugar de irse a
descansar, “se puso a enseñarles”.
Estos rasgos podemos aplicarlos a
los curas, que “pastoreamos” al pueblo fiel: pero también podemos aplicarlo a
los padres y madres que educan a sus hijos; igualmente
podemos aplicarlo a catequistas y aquellas personas que en las parroquias “pastorean”
de una u otra forma; y por supuesto, se debe aplicar a los dirigentes políticos y de otras
instituciones, así como maestros que tienen, por razón del cargo, el bien
común, la búsqueda de la paz y la justicia, el respeto a todos los ciudadanos.
En la segunda lectura, san Pablo no
recuerda que Jesús ha renovado al ser humano, dándonos acceso al Padre, siendo hijos
de Dios por adopción. Jesús es el modelo de la nueva creación; tener fe y vivir
como cristianos implica la convicción de formar parte de la nueva creación y
recorrer los caminos de nuestro mundo con el espíritu de Jesús.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
En el Medio Oriente antiguo, la imagen del pastor se aplicaba a los reyes y dirigentes del pueblo. Ellos debían no solo guiar al pueblo, sino también acompañarlo y ser solidarios con él. Así, vemos cómo Dios elige a David, pastor de profesión, para ser el pastor-rey que guíe y dé prosperidad a su pueblo Israel. Algunos siglos después, el profeta Jeremías, en nombre de Dios, denuncia el mal comportamiento de los dirigentes: “Esto dice el Señor Dios de Israel, a los pastores que pastorean a mi pueblo: “vosotros dispersasteis a mis ovejas y las dejasteis ir sin preocuparos de ellas… Voy a pediros cuentas por la maldad de vuestras acciones… les pondré pastores que las apacienten y ya no temerán ni se espantarán”.
La primera lectura de este domingo nos describe los
rasgos de los malos pastores, de modo que, si invertimos la redacción, descubrimos
las características de los buenos pastores.
- “Ay de los
pastores que dispersan las ovejas”. El buen pastor, al contrario, crea lazos de
unión entre los miembros de la comunidad, sea la parroquia, la propia familia,
el pueblo o institución que “pastorea” o guía.
- “Dejan que se
pierdan las ovejas”. El buen pastor se preocupa por todas las personas, saciando
su sed con el anuncio de la Palabra de Dios, los alimenta con los sacramentos y
los guía por el sendero justo. Para el buen pastor, para los buenos padres, para
los buenos dirigentes, atender a las personas es lo prioritario, antes que los
intereses o gustos personales, como Jesús que vio una multitud y se compadeció
de ella porque andaban como ovejas que no tienen pastor y, en lugar de irse a
descansar, “se puso a enseñarles”.
En la segunda lectura, san Pablo no
recuerda que Jesús ha renovado al ser humano, dándonos acceso al Padre, siendo hijos
de Dios por adopción. Jesús es el modelo de la nueva creación; tener fe y vivir
como cristianos implica la convicción de formar parte de la nueva creación y
recorrer los caminos de nuestro mundo con el espíritu de Jesús.