sábado, 5 de agosto de 2023

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario





     LECTURAS

  • Daniel 7, 9-10
  • Salmo responsorial 96, 1-2.5-6.9
  • 2 Pedro 1, 16-19
  • Mateo 17, 1-9



La transfiguración no fue una puesta en escena espectacular por parte de Jesús; no era ese su estilo ni la forma de presentarse ante sus discípulos.

Parece más bien que, los discípulos al experimentar a Jesús resucitado descubren quién era realmente y esto lo expresan en este relato, que, a la hora de escribir el Evangelio, retrotraen a la vida pública de Jesús con la intención de manifestar que:

-      Todo lo que descubrieron en Jesús después de su muerte, su divinidad, estaba ya presente en él cuando andaba por los caminos de Palestina predicando el Reino con palabras y obras. Jesús es Dios desde siempre, solo que estaba oculto en su humanidad, que desde nuestra humanidad no puede ser captado con los sentidos.

-      Y, además, Jesús vivió constantemente transfigurado, pero no se manifestaba exteriormente de manera espectacular. La gloria de su divinidad se expresaba en su humanidad cuando se acercaba a cualquier persona para ayudarle a ser ella misma, como hacía cuando hablaba del reino de Dios, cuando curaba y perdonaba, cuando se acercaba a los pobres y marginados. La luz de Dios presente en Jesús era la luz del amor, y, por tanto, en la humanidad de Jesús se transparentaba Dios. Por eso él decía: “el Padre y yo somos uno”, o “yo hago las obras del Padre”, o “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”

        En el relato de hoy aparecen Moisés y Elías, figuras representativas del Antiguo Testamento. Con ello se nos está diciendo que el Evangelio es continuación del Antiguo Testamento, pero superándolo, como indica la voz del cielo: “Este es mi hijo el amado, en quien me complazco, ¡escuchadlo!”. Escuchar a Jesús es lo decisivo porque quien escucha a Jesús escucha a Dios, ya que Jesús es la presencia de Dios entre los hombres. Por eso, para nosotros cristianos, es fundamental escucharlo, porque escuchar al Hijo Jesucristo es dejarse transformar por él y vivir como él vivió, manifestando que amamos a Dios y a los demás cuando damos lo mejor de nosotros.

LECTIO DIVINA DESDE SAN ISIDRO DE ALMANSA