LECTURAS
- 1ª Reyes 19, 9a.11-13
- Salmo responsorial 84, 9ab-10.11-12.13-14
- Romanos 9, 1-5
- Mateo 14, 22-23
El evangelio nos enseña que Jesús camina
siempre cerca de nosotros, lo mismo que en el relato evangélico caminó sobre
las aguas, y ante el miedo de los discípulos los animó diciendo: “Soy yo, no tengáis
miedo”.
Pero la fe siempre está expuesta a los
vientos contrarios qué provocamos nosotros mismos o que vienen del exterior. Así,
vemos cómo Pedro, obedeciendo a Jesús que le dice “ven”, se pone a caminar
sobre las aguas, pero sintiendo la fuerza del viento y las olas comenzó a dudar
y a hundirse en el mar. Pero Pedro gritó: “Señor, sálvame”.
Dudar, como Pedro, es propio de todo ser
humano y también del que tiene fe. Sin embargo, en medio de las adversidades,
tenemos que volver la mirada a Jesús y reaccionar como Pedro: “Señor, sálvame”;
porque Jesús está cerca de nosotros para salvarnos, como aseguró en su
despedida: “y sabed que yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final
de los tiempos”.
Jesús es alguien que siempre está
cerca de nosotros para librarnos del mal y de la muerte. Él nos dijo: “Yo he
venido para que tengan vida, y una vida abundante”, que más tarde repitió con
estas otras palabras: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí,
aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre”.
Jesús está siempre cerca de nosotros, en
su condición de resucitado, y nos ha dejado los medios necesarios para vivir su
presencia salvadora: El Evangelio, los sacramentos, la Iglesia de la que él es
la cabeza, y el Espíritu Santo que la anima.
Pero por parte nuestra, hace falta escuchar
su palabra y hacerla propia, celebrar su presencia, como hacemos cada domingo, y
vivir lo que celebramos al salir a la calle. Si no tenemos estas vivencias, no
se nos ocurrirá decir: “Señor sálvame”, porque la fe o se cuida o va muriendo.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
El evangelio nos enseña que Jesús camina
siempre cerca de nosotros, lo mismo que en el relato evangélico caminó sobre
las aguas, y ante el miedo de los discípulos los animó diciendo: “Soy yo, no tengáis
miedo”.
Pero la fe siempre está expuesta a los
vientos contrarios qué provocamos nosotros mismos o que vienen del exterior. Así,
vemos cómo Pedro, obedeciendo a Jesús que le dice “ven”, se pone a caminar
sobre las aguas, pero sintiendo la fuerza del viento y las olas comenzó a dudar
y a hundirse en el mar. Pero Pedro gritó: “Señor, sálvame”.
Dudar, como Pedro, es propio de todo ser
humano y también del que tiene fe. Sin embargo, en medio de las adversidades,
tenemos que volver la mirada a Jesús y reaccionar como Pedro: “Señor, sálvame”;
porque Jesús está cerca de nosotros para salvarnos, como aseguró en su
despedida: “y sabed que yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final
de los tiempos”.
Jesús es alguien que siempre está cerca de nosotros para librarnos del mal y de la muerte. Él nos dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y una vida abundante”, que más tarde repitió con estas otras palabras: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.
Jesús está siempre cerca de nosotros, en
su condición de resucitado, y nos ha dejado los medios necesarios para vivir su
presencia salvadora: El Evangelio, los sacramentos, la Iglesia de la que él es
la cabeza, y el Espíritu Santo que la anima.
Pero por parte nuestra, hace falta escuchar
su palabra y hacerla propia, celebrar su presencia, como hacemos cada domingo, y
vivir lo que celebramos al salir a la calle. Si no tenemos estas vivencias, no
se nos ocurrirá decir: “Señor sálvame”, porque la fe o se cuida o va muriendo.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA