LECTURAS
Jesús
nos dice hoy en el evangelio: “Dónde está tu tesoro, allí está tu corazón”.
Un tesoro es algo que se desea, y una vez descubierto atrae porque es fuertemente deseado, y el que lo encuentra se emplea a fondo renunciando a otras cosas con tal de conseguirlo porque es lo que más valora. Hoy, nuestra sociedad de mercado nos “vende tesoros” con la promesa de mejor vida, felicidad, belleza, seguridad, juventud permanente...
Jesús nos pide que sepamos elegir el “tesoro”; que sea un tesoro que permanezca, que no se agote. De ahí la importancia de saber elegir, hacer “discernimiento” para elegir no cualquier cosa sino lo mejor.
Hay muchas personas, especialmente jóvenes y de mediana edad, que no creen en
algo verdadero y válido para siempre; de ahí que sean tantos los desorientados
y sin esperanza; no saben dónde poner su corazón. Y así ocurre que se contentan con disfrutar de lo
inmediato, satisfacer las necesidades del momento con distracciones y espectáculos cambiantes,
animados con droga, alcohol y ruidos
trepidantes; la ilusión de estas
personas es repetir esos momentos porque sus vidas están vacías, sin
esperanza ni sentido alguno. Pero todo eso es frágil y pasajero, es como la
hierba que se corta y enseguida se seca.
Jesús
nos ha revelado que el Reino de Dios no
está allá o acullá sino dentro de de cada
uno nosotros; Dios está escondido en lo más hondo del ser de cada persona.
Él es el fundamento y el sustrato de mi
ser, y sin él no seriamos nada. Dios se nos ha dado antes de nuestra propia
existencia.
Muchos son tan miopes que sólo se fijan en su biología material, y piensan que fuera de ésta ya no hay nada más. Es la visión materialista de muchas personas, incluso bautizadas. Pero Dios ha puesto en nosotros todas las capacidades para llegar a ser más allá de lo que experimentamos en nuestra vida terrena. Consecuencia de la presencia de Dios en nosotros es que nos capacita para llegar a ser lo que él mismo es y vivir como hijos de Dios, salvando nuestra condición de seres creados.
Por
tanto, la esperanza cristiana no se
basa en lo que Dios me dará en el futuro, sino en descubrir ahora lo que me está
dando. Nuestra tarea es vivir la realidad que hay en mí. Por eso Jesús nos dice
que hay que estar despiertos, vivir el momento presente, porque cualquier
momento puede ser el definitivo que da paso a la experiencia cumbre, el momento
definitivo de nuestra vida en que “veremos al Señor tal cual es, porque seremos
semejantes a él”.