domingo, 17 de abril de 2022

Día 17 abril de 2022. Domingo de Resurrección.

 


LECTURAS

  • Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43
  • Salmo responsorial 117,1-2ab-17.22-23
  • 1 Corintios 5,6b-8
  • Juan 20,1-9


“No está aquí, ¡ha resucitado!”, es la buena noticia que recibieron las mujeres que fueron al sepulcro en la madrugado del primer día de la semana, según leemos en el evangelio.

La resurrección  de Cristo es luz que ilumina el mundo y a cada creyente, llenando de sentido su vida y futuro como nos ha dicho san Pablo: “los que por el bautismo  nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte…, y así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros  andamos en una vida nueva”. Así pues, por el bautismo participamos de su muerte y resurrección, y hoy la actualizamos y por ello dentro de unos momentos renovaremos las promesas del bautismo. La bendición del agua, las renuncias al pecado y confesión de fe, la aspersión del agua son signos que permiten volver a vivir el bautismo recibido.

En los apóstoles y demás discípulos sucedió algo importante tras la muerte de Jesús: ellos no habían comprendido  muchas cosas de Jesús, porque estaban pegados a lo terreno y esperando una salvación puramente humana. Sólo después de la muerte, descubrieron, no por razonamiento, sino por vivencia, porque Jesús "se dejó ver”, calando en ellos la convicción de que Jesús está vivo y les comunicaba la Vida. Esto es lo que los discípulos intentaron trasmitir a los demás, cumpliendo la misión que Jesús les encargó,  haciéndose realidad lo que Jesús había anunciado: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”.

Con la resurrección de Jesús, sus discípulos ya  no volvieron a ser los mismos. El encuentro con Jesús, lleno de vida después de su muerte, transformó  totalmente a los discípulos como vemos en los diversos testimonios de la Escritura.

 Lo que había dicho Jesús era verdad: “Dios no es Dios de  muertos, sino de vivos”. Y por tanto, no estamos solos ni perdidos ante la muerte; Dios nos quiere llenos de vida y nos pide que pongamos vida donde otros ponen muerte, cumpliendo aquellas palabras de Jesús: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere, entonces dará mucho fruto”.

HOJA DOMINICAL DIOCESANA