sábado, 22 de enero de 2022

Día 23 enero de 2022. Domingo 3º del Tiempo Ordinario.

 


    LECTURAS

  • Nehemías 8,2-4a.5-6.8-10
  • Salmo responsorial 18,8.9.10.15
  • 1 Corintios 12,12-30
  • Lucas 1,1-4,14-21 


    Relata el evangelio cómo un sábado, la fiesta semanal judía  de precepto, Jesús se presentó en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, como un asistente más, como solía hacer todos los  sábados, y cuando el jefe de la sinagoga invitó a los laicos a leer la Sagrada Escritura, él se puso en pie y le entregaron el libro del profeta Isaías; y tras proclamar la lectura, Jesús actualizó la lectura diciendo: “Hoy se cumple esta Escritura  que acabáis de oír”.
       Lo que había anunciado Isaías, seis siglos antes, Jesús lo actualiza y hace  su programa: “Vengo a traer la Buena Noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos, a devolver la luz a los ciegos, a dejar en libertad a los oprimidos, y proclamar un año de gracia  del Señor”. Haciendo suyas  estas palabras, Lucas nos dice  que Jesús es el Enviado definitivo de parte de Dios, es el Ungido por el Espíritu Santo (Mesías), que viene a proclamar  la Buena Noticia de libertad y la gracia de la proximidad de Dios. Esta es la misión  que Jesús ha recibido, la misma que el trasmitirá a sus discípulos tras su resurrección: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Es la misión que hemos recibido la Iglesia, y por tanto cada  uno de nosotros. 

        El Papa Francisco instituyó hace unos años el “Domingo de la Palabra de Dios” con la intención de que se celebrara todos los años el tercer domingo del Tiempo Ordinario.
Hemos escuchado en la 1ª lectura cómo todo el pueblo de Israel escuchaba con gran atención y emocionado el Libro de la Ley. En el evangelio, Jesús proclama la Palabra del profeta Isaías, y  la actualiza indicando que lo anunciado se realiza en él mismo.
        Lo que desea el Papa es que leamos, meditemos e interioricemos la Palabra de Dios para  dejarnos transformar por el Espíritu que la inspira. La Palabra de Dios debería arder en nuestros corazones y llevarnos a vivir más cerca de nuestros prójimos y cuidando más nuestro propio ambiente, nuestro mundo, la naturaleza, erradicando todo tipo de injusticia, individualismo, indiferencia. La Palabra debería estimularnos a emprender nuevos caminos de solidaridad.
        Necesitamos conocer, escuchar, meditar,  personalmente y juntos, la Palabra de Dios. Ya lo decía  San Jerónimo, santo del s. IV y traductor de la Biblia Vulgata: “No se puede conocer a Jesucristo si no se conoce el Evangelio”.   


HOJA DOMINICAL DIOCESANA