sábado, 1 de enero de 2022

Día 2 enero de 2022. Domingo 2º de Navidad.

 

    LECTURAS

  • Eclesiástico 24, 1-4.12-16
  • Salmo responsorial 147
  • Efesios 1,3-6
  • Juan 1,1-18

En Navidad, además de celebrar el nacimiento en la historia del Hijo de Dios encarnado, también celebramos  lo que somos por voluntad de Dios, “hijos por adopción”, gracia que nos llega por el Hijo Único del Padre, Jesucristo, quien asumiendo nuestra humanidad nos hermana con él y entre nosotros, y nos da capacidad (por la fe) de  descubrir nuestra condición de hijos de Dios y vivir como tales, siguiendo el modo de ser y hacer  de Jesús. Así  lo afirma el evangelio: “A cuantos lo recibieron les da el poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre”.

A veces se dice de una persona: “es igual que su padre, o igual que su madre”, que bien puede referirse al parecido físico, o también  a las actitudes o modo de ser ético del padre o de  la madre. Los discípulos de Jesús no dedujeron que Jesús era  Hijo de Dios porque llegaran a comprender su naturaleza divina a base de razonamientos filosóficos, sino porque vieron que actuaba como Dios actúa. Nacer de Dios es actuar como Dios, es parecerse a Dios. Esto mismo dice san Juan en una de sus cartas: “Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1 Jn 4,7b)

  Al futuro Mesías los profetas lo llamaban el “Emmanuel”, “Dios-con-nosotros”. Para nosotros cristianos, el Mesías es Jesucristo, “Dios-con-nosotros”. Creer esto significa creer que Jesucristo está en nuestro interior, que camina con nosotros, que mediante el sacramento de la Eucaristía se hace presencia real sacramental entre nosotros.  De aquí que sea un privilegio participar en la Eucaristía como los primeros discípulos participaron en la última Cena; este privilegio es el que debe movernos a celebrar, cada domingo,  el día del Señor junto con los demás hermanos cristianos, porque somos hijos, discípulos, amigos e instrumentos del amor de Dios, teniendo presente lo que Jesús hace con nosotros: “No hay amor más grande  que dar la vida por los amigos”.

    HOJA DOMINICAL DIOCESANA