LECTURAS
- Génesis 2, 18-24
- Salmo responsorial 127
- Hebreos 2, 9-11
- Marcos 10, 2-16
En el evangelio de hoy, Jesús responde a los fariseo que quieren implicarlo en la discusión sobre el
divorcio, vigente en la Ley mosaica de aquel tiempo. Pero Jesús sin entrar en la
discusión, responde que el deseo
profundo de Dios es que el ser humano, hombre y mujer, sea feliz, y lo hace
con dos afirmaciones:
-
la 1ª, indicando que no es voluntad de
Dios que el hombre esté por encima de la mujer, porque fueron creados “iguales”
para formar una nueva realidad,
“una sola carne”, dice el texto bíblico.
-
la 2ª, es que, ante la realidad de la mujer que al estar casada pertenecía al
marido (machismo puro y duro), la ley
mosaica del divorcio le daba libertad para poderse casar de nuevo sin ser acusada de adulterio, Jesús responde
recordando el proyecto primero de Dios, que ha inscrito en la
naturaleza humana: “Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá
a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una
sola carne”. Esta propuesta de Jesús, revelando el proyecto de Dios, no se puede entender
tomando como punto de partida de una relación matrimonial los intereses
egoístas de una de las partes (o de las dos). El amor para toda la vida sólo es
posible para aquellos que no son estrechos de corazón, como podemos constatar en parejas que son felices después de vivir muchos años juntos, a pesar
de las dificultades que encontraron.
Esto implica buscar el bien del otro, dialogar, perdonar, servir gratuitamente, en definitiva amar de
verdad como nos enseña Jesús. San Pablo, copiando a Jesús, lo dice con estas palabras: “El amor es
paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no se engríe, no es egoísta, no
se irrita, no lleva cuenta del mal, no se alegra con la injusticia, sino que
goza de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo soporta. El amor no
pasa nunca”. Solo cuando el amor es así puede llegar a vivirse como
matrimonio-sacramento.
Si el amor se acaba, como
dicen algunos, es que no se construyó sobre buenos cimientos, o no se ha
cuidado bien, o porque se cometen errores y se permanece en ellos a toda costa.
O probablemente es que nunca hubo amor auténtico y maduro, sino intereses
particulares, y ciertamente lo que no
había, no existió
En el evangelio de hoy, Jesús responde a los fariseo que quieren implicarlo en la discusión sobre el
divorcio, vigente en la Ley mosaica de aquel tiempo. Pero Jesús sin entrar en la
discusión, responde que el deseo
profundo de Dios es que el ser humano, hombre y mujer, sea feliz, y lo hace
con dos afirmaciones:
-
la 1ª, indicando que no es voluntad de
Dios que el hombre esté por encima de la mujer, porque fueron creados “iguales”
para formar una nueva realidad,
“una sola carne”, dice el texto bíblico.
- la 2ª, es que, ante la realidad de la mujer que al estar casada pertenecía al marido (machismo puro y duro), la ley mosaica del divorcio le daba libertad para poderse casar de nuevo sin ser acusada de adulterio, Jesús responde recordando el proyecto primero de Dios, que ha inscrito en la naturaleza humana: “Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne”. Esta propuesta de Jesús, revelando el proyecto de Dios, no se puede entender tomando como punto de partida de una relación matrimonial los intereses egoístas de una de las partes (o de las dos). El amor para toda la vida sólo es posible para aquellos que no son estrechos de corazón, como podemos constatar en parejas que son felices después de vivir muchos años juntos, a pesar de las dificultades que encontraron.