sábado, 17 de abril de 2021

Día 18 de abril de 2021. Domingo 3º de Pascua.

 

LECTURAS

  • Hechos 3, 13-15
  • Salmo responsorial 4
  • 1 Juan 2, 1-5a
  • Lucas 24,35-48

El texto nos muestra  lo difícil que fue  para los discípulos reconocer a Jesús resucitado: los de Emaús caminaron con él varias horas, y sólo “lo reconocieron al partir el pan”, María Magdalena lo confundió con el hortelano; los discípulos creen que se trata de un espíritu o fantasma.

En el lenguaje del evangelio, Jesús se identifica mostrando manos y pies e invitando  a tocarlo. Es un  modo de decirnos que el resucitado es el mismo que ha sido crucificado, Jesús, y que está vivo. Por tanto, que se trata de un hecho objetivo, real, no fruto de la imaginación o fantasía de los  discípulos que de ninguna manera  estaban predispuestos a esperar lo sucedido.

 Jesús, en su vida histórica anunció que iba a sufrir la muerte y resucitar, cosa que nunca entendieron ni quisieron entender los discípulos, y ahora al dejarse ver, les recuerda: “Esto os lo dije mientras estaba con vosotros”.  Una vez resucitado, su presencia ya no es como cuando de manera física recorrían  los pueblos y caminos de Galilea. Ahora está en medio de la comunidad, y lo está de manera más real, en la forma propia de  Dios.

Hoy, Jesús resucitado  se nos hace presente en los  signos sacramentales que celebramos, como en los discípulos de Emaús, que lo reconocieron  “al partir el pan”, en alusión a la Eucaristía. Por eso, los sacramentos son acciones sagradas de la Iglesia, en los que por voluntad de Cristo, él se hace presente y actúa en la persona que tiene fe. Así en el bautismo Jesús nos perdona, nos hace hijos de Dios y miembros de su familia, la Iglesia; en el sacramento de la Reconciliación o  Confesión, nos perdona; en la Eucaristía o Misa, alimenta nuestra vida cristiana y nos asegura que está con nosotros y nos acompaña, si  nos dejamos acompañar, es decir, si estamos en comunión con él.

La buena nueva de la resurrección lleva consigo también  el perdón de los pecados. Por ello, Jesús les invita a que sean  testigos de su resurrección, llamando a la conversión para el perdón de los pecados,  predicando a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Por esto  mismo, san Juan (2ª lectura) nos dice bien claro: “Quien dice: yo le conozco, pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso”. San Juan  no habla de un conocimiento teórico, sino de identificación con Jesús. No basta  con conocer perfectamente la doctrina cristiana, sino que se trata de nacer a la Vida  que él vivió  y  hacerlo con la mayor intensidad posible.

    LECTIO DIVINA  DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: LA PRIMERA IGLESIA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA