LECTURAS
- Eclesiástico 3,19-21.30-31
- Salmo responsorial 67
- Hebreos 12,18-19.22-24
- Lucas 14, 1.7--14
Los titulares de prensa nos muestran cómo hay todo un mundo en el que personas buscan ser centro, ser los primeros, salir en la foto, incluso quienes buscan el poder a toda costa, sea como sea, sin reparar en medios, lícitos e ilícitos.
El evangelio nos habla de un banquete, al que Jesús es invitado por alguien importante, y en el que se aprecia esa pugna por ocupar los primeros puestos, y que refleja esa búsqueda de ser los primeros, tan habitual en la sociedad, la de tiempos de Jesús como en la de ahora.
Y el espectáculo presenciado por Jesús le sirve de motivación para hablar del servicio humilde a los demás, y especialmente a los más desfavorecidos.
La humildad no es andar por la vida pensando y diciendo que uno no sirve para nada, sino como dice Santa Teresa de Jesús: "humildad es caminar en verdad", es decir con coherencia de vida. En cristiano, podemos decir que humildad es sentirse creatura de Dios, igual en dignidad que cualquier otra persona. Lo contrario es la soberbia y arrogancia, que aleja de Dios y de los demás, y esto se nota en el desprecio y odio a los otros por motivos de raza, cultura, religión o ideología.
El crucifijo que preside nuestras iglesias es el signo de esa humildad servidora que pasando por una muerte cruenta, ha triunfado por la resurrección. En Jesucristo, que siendo Dios se hizo hombre y servidor de los demás, encontramos el modelo a seguir, ratificando lo que nos dice el Eclesiástico "Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso".
En los santos, a quienes veneramos y celebramos, podemos apreciar la nota de humildad y coherencia con que procedían en sus quehaceres, incluso muchos de ellos, los mártires, hasta dar la vida por razón de la fe.
El evangelio nos habla de un banquete, al que Jesús es invitado por alguien importante, y en el que se aprecia esa pugna por ocupar los primeros puestos, y que refleja esa búsqueda de ser los primeros, tan habitual en la sociedad, la de tiempos de Jesús como en la de ahora.
Y el espectáculo presenciado por Jesús le sirve de motivación para hablar del servicio humilde a los demás, y especialmente a los más desfavorecidos.
La humildad no es andar por la vida pensando y diciendo que uno no sirve para nada, sino como dice Santa Teresa de Jesús: "humildad es caminar en verdad", es decir con coherencia de vida. En cristiano, podemos decir que humildad es sentirse creatura de Dios, igual en dignidad que cualquier otra persona. Lo contrario es la soberbia y arrogancia, que aleja de Dios y de los demás, y esto se nota en el desprecio y odio a los otros por motivos de raza, cultura, religión o ideología.
El crucifijo que preside nuestras iglesias es el signo de esa humildad servidora que pasando por una muerte cruenta, ha triunfado por la resurrección. En Jesucristo, que siendo Dios se hizo hombre y servidor de los demás, encontramos el modelo a seguir, ratificando lo que nos dice el Eclesiástico "Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso".
En los santos, a quienes veneramos y celebramos, podemos apreciar la nota de humildad y coherencia con que procedían en sus quehaceres, incluso muchos de ellos, los mártires, hasta dar la vida por razón de la fe.