LECTURAS
- Josué 24,1-2a.15-17
- Salmo responsorial 33
- Efesios 5, 21-32
- Juan 6, 60-69
"Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso", se decían muchos discípulos de Jesús. Ciertamente, las palabras de Jesús son duras, también hoy, si se escuchan desde criterios meramente humanos. Sólo quien tiene tiene fe puede entenderlas.Quienes no aceptan un Dios cercano, no pueden creer en Jesús, Dios hecho hombre; ni pueden aceptar un Dios misteriosamente presente en el pan de la Eucaristía.
El apóstol Pedro, se hace portavoz del grupo mas restringido de discípulos y confiesa diciendo: "¿A quien vamos a ir, Señor, tú tienes palabras de vida eterna". Pedro no habla, fruto de una reflexión intelectual, sino fruto de una experiencia, del vivir día a día junto a Jesús.
Igual que Pedro, sólo quien cree y está convencido de quién es Jesús podrá seguirlo y ser su discípulo. Lo expresa bien una canción religiosa: "Sin Cristo no tengo vida, sin Cristo no hay salvación, sin Cristo voy por la vida como un barco sin timón".
La fe recibida por tradición familiar o ambiente cultural, puede ser un primer paso para acercarnos a Jesucristo, pero hay que dar otro paso a una fe personal y existencial que afecta a toda la vida de la persona, y por ello es una fe que lleva a adoptar el estilo de vida y propuestas de Jesús, confesando como Pedro. "Señor, ¿a quién vamos a ir; tú tienes palabras de vida eterna".