- Hechos de los Apóstoles 3, 13-15.17-19
Las lecturas de este domingo ponen de relieve lo esencial de la resurrección de Jesús: su presencia viva y alentadora que, frente al desaliento y tristeza de los discípulos por la muerte de Jesús, acaba con las dudas y renueva la fe, rehaciéndose de nuevo el grupo de los discípulos.
Los dos de Emaús, después de descubrir a Jesús "al partir el pan", vuelven atrás, llenos de alegría y con prisa para comunicar le buena nueva a sus compañeros discípulos; y en aquel contexto de compartir la buena noticia, se produce un nuevo hecho: Jesús "se presentó en medio de ellos y les dice "paz a vosotros". La primera reacción es de escalofrío, creen que se trata de un fantasma. Pero el Resucitado les dice: "Por qué os alarmáis? Soy yo en persona".
Hoy día, entre nosotros, esa cercanía de Jesús se realiza a través de la Palabra de Dios, de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, y también a través de la oración personal y comunitaria. Cuando escuchamos la Palabra de Dios, cuando celebramos la Eucaristía, entonces se acepta la compañía de Jesús resucitado, quien transforma nuestra mente y corazón con una existencia nueva, esto es, una existencia marcada por la fe, porque entonces ocurre lo que nos dice san Juan en la segunda lectura, que"quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él".