LECTURAS
- Isaías 61, 1-2a.10-11
- Salmo responsorial
- 1 Tesalonicenses 5, 16-24
- Juan 1, 6-8.19-28
Hoy, la palabra "alegría" impregna toda la celebración de la Eucaristía. En la oración-colecta hemos pedido "poder celebrar la fiesta de Navidad con alegría desbordante".
Los cristianos somos unos privilegiados porque, por nuestra fe, sabemos que Dios, en Jesucristo, nos ha salvado, esto es, nos quiere, nos perdona y nos hace familia suya. De ahí que nos llamemos con razón "cristianos,"
La alegría debería ser la seña de identidad de los cristianos, como nos recuerda el Papa Francisco: "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús (EG 1).
En el evangelio sobresale la figura del Bautista, quién a las preguntas de quienes le interrogan sobre su identidad, responde humildemente "yo no soy el Mesías", añadiendo; "en medio de vosotros hay uno que no conocéis, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Juan prepara el camino al Señor y da testimonio de la luz que es Jesús.
¿No debería ser esa nuestra misión: facilitar el camino al Señor, a los de cerca y a los de lejos, a los de nuestra casa y a los de fuera? No se trata de hacer horas extras, sino que nuestra forma de ser y vivir en cada momento sea un verdadero testimonio de nuestra fe cristiana, y si hay hay ocasión, ofrecer palabras que den razón de nuestra fe y alegría.
San Pablo, en la 2ª lectura, nos ofrece el lema de hoy: "estad siempre alegres", y nos da pistas para mantener viva la alegría: "constantes en la oración, tened la Acción de Gracias (Eucaristía); no apaguéis el espíritu; examinadlo todo y quedaos con lo bueno; guardaos de toda forma de maldad".
En el evangelio sobresale la figura del Bautista, quién a las preguntas de quienes le interrogan sobre su identidad, responde humildemente "yo no soy el Mesías", añadiendo; "en medio de vosotros hay uno que no conocéis, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Juan prepara el camino al Señor y da testimonio de la luz que es Jesús.
¿No debería ser esa nuestra misión: facilitar el camino al Señor, a los de cerca y a los de lejos, a los de nuestra casa y a los de fuera? No se trata de hacer horas extras, sino que nuestra forma de ser y vivir en cada momento sea un verdadero testimonio de nuestra fe cristiana, y si hay hay ocasión, ofrecer palabras que den razón de nuestra fe y alegría.