LECTURAS
- Isaías 2,1-5
- Salmo 121
- Romanos 13, 11-14a
- Mateao 24, 37-44
Adviento siempre evoca la virtud de la esperanza porque es tiempo de espera. Pero hay diferentes maneras de esperar. Está, por ejemplo, la de quien espera que llegue el tren, y entretanto se sienta en un banco y lee el periódico o tiene los auriculares pegados al oído, indiferente a todo lo que sucede a su alrededor. Ésta es una espera pasiva; simplemente espera que llegue el tren. Hay otra espera, como cuando esperamos la visita de un amigo o familiar invitado a comer en nuestra familia. Esta espera hay que prepararla: comprar lo necesario, preprarar la comida, poner un poco en orden la casa para que le resulte agradable. Esta es una espera activa.
Pues bien, el Adviento ha de ser una espera activa porque esperamos a nuestro amigo Jesús, que viene de parte de Dios. Lo único que espera de nosotros es que nos dejemos querer, que seamos de corazón abierto, que de ser así seguro que nos irá transformando en un corazón que sabe perdonar, que es solidario, compasivo, que no tiene doblez, que pone paz y concordia allá donde está. En definitiva, con un gran parecido a Jesús. Por eso San Pablo nos dice "vestíos del Señor Jesús", ce modo que quienes nos vean descubran cierto parecIdo con él.
Adviento siempre evoca la virtud de la esperanza porque es tiempo de espera. Pero hay diferentes maneras de esperar. Está, por ejemplo, la de quien espera que llegue el tren, y entretanto se sienta en un banco y lee el periódico o tiene los auriculares pegados al oído, indiferente a todo lo que sucede a su alrededor. Ésta es una espera pasiva; simplemente espera que llegue el tren. Hay otra espera, como cuando esperamos la visita de un amigo o familiar invitado a comer en nuestra familia. Esta espera hay que prepararla: comprar lo necesario, preprarar la comida, poner un poco en orden la casa para que le resulte agradable. Esta es una espera activa.
Pues bien, el Adviento ha de ser una espera activa porque esperamos a nuestro amigo Jesús, que viene de parte de Dios. Lo único que espera de nosotros es que nos dejemos querer, que seamos de corazón abierto, que de ser así seguro que nos irá transformando en un corazón que sabe perdonar, que es solidario, compasivo, que no tiene doblez, que pone paz y concordia allá donde está. En definitiva, con un gran parecido a Jesús. Por eso San Pablo nos dice "vestíos del Señor Jesús", ce modo que quienes nos vean descubran cierto parecIdo con él.