LECTURAS
- 2 Samuel 5, 1-3
- Salmo 121
- Colosenses 1, 12-20
- Lucas 23, 35-43
Con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo culmina el Año litúrgico, a lo largo del cual hemos contemplado y celebrado a Jesucristo, Dios hecho hombre, Salvador y Señor.
La figura de Jesús siempre ha fascinado a muchos, comenzando por sus primeros discípulos, que supieron ver en él un profeta y maestro, pero sobre todo, por su resurrección descubrieron que es el Enviado, el Mesías, Dios hecho hombre.
Jesús ha fascinado también a creyentes de otras corrientes religiosas, como el indio Gandhi, quien admiraba a Jesús y cuya forma de vida imitó. También ha habido no creyentes que lo admiran y valoran, como una ex-política española radical, quien ha afirmado: "el mensaje de Jesús es el más sólido que ha habido en la historia de la humanidad", y añade: "yo soy mujer, y atea,,,; pero creo en la gente que cree en Dios, y que por ello son mejores personas..."
La Iglesia nos presenta a Jesucristo como un rey singular, teniendo por trono la cruz, a la que Jesús le da un sentido de perdón y reconciliación: "esta es mi sangre derramada para el perdón de los pecados de muchos".
Hoy el mejor ejercicio espiritual que podemos hacer es contemplar la escena evangélica: Jesús clavado en la cruz por nuestros pecados, y contemplar su agonía, su pasión, su entrega, el dolor de la madre María, el temblor del discípulo Juan, la traición a la que fue sometido. Y contemplar también que este humillado y crucificado ¡es Hijo de Dios!