LECTURAS
- Amós 8,4-7
- Salmo responsorial 145,7-10
- 1 Timoteo 2,1-8
- Lucas 16,1-13
Las lecturas de hoy muestran, con mucha
claridad, que hay dos caminos, dos maneras de comprender la vida: centrarse en uno
mismo, olvidando a Dios y a los demás, o hacer de Dios el centro de la propia
vida y encontrarse con los demás que son imagen de Dios. Porque según la opción
que elijamos, nuestra vida tiene un sentido u otro, con diferentes
orientaciones: ser una persona que da vida, o ser una persona que no deja
vivir.
Ciertamente, hay personas con quienes da
gusto encontrarnos, porque con ellas podemos compartir y reír juntos; como dice San Pablo, viven con justicia,
piedad, amor, paciencia, mansedumbre, en definitiva, son personas llenas de
Dios. Pero hay otras personas, que cuando las vemos venir, nos traen problemas
porque todo lo ven desde su pequeña mirada egoísta, solo tienen el corazón
lleno de ellos mismos, sin rastro de Dios. Ni son felices ni hacen felices a
los demás.
La parábola muestra cómo el mal uso de
los bienes siempre perjudica a alguien; a su vez, recuerda que las riquezas
pueden provocar que las personas se vuelvan ciegas y sordas. Hay demasiadas
urgencias e injusticias junto a nuestras puertas, pero pasamos de largo, y no
nos interesan porque no nos afectan.
Recordemos
que Jesús hizo un mandamiento principal, uniendo dos grandes mandamientos: “Amar
a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”, y sentenció: “en
este mandamiento se resume la Ley y los Profetas”, es decir, cumplir esto es
cumplir lo que Dios quiere.
El prójimo es el criterio definitivo
para la salvación, como nos dice también Jesús en la parábola del juicio final:
“En verdad os digo, que lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis”, y también: “Lo que no hicisteis con estos, mis
hermanos más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo. Y entonces éstos irán al
castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mt 25, 40.45-46).
LECTIO DIVINA PARROQUIA SAN ISIDRO DE ALMANSA
DOMINGO 5 DE COTUBRE 2025
Con el lema "Migrantes, misioneros de esperanza", queremos recordar que las personas migrantes y refugiadas no solo buscan donde vivir, sino que también llevan consigo la semilla de la esperanza y la fe en un mundo más justo y solidario.
Las lecturas de hoy muestran, con mucha
claridad, que hay dos caminos, dos maneras de comprender la vida: centrarse en uno
mismo, olvidando a Dios y a los demás, o hacer de Dios el centro de la propia
vida y encontrarse con los demás que son imagen de Dios. Porque según la opción
que elijamos, nuestra vida tiene un sentido u otro, con diferentes
orientaciones: ser una persona que da vida, o ser una persona que no deja
vivir.
Ciertamente, hay personas con quienes da
gusto encontrarnos, porque con ellas podemos compartir y reír juntos; como dice San Pablo, viven con justicia,
piedad, amor, paciencia, mansedumbre, en definitiva, son personas llenas de
Dios. Pero hay otras personas, que cuando las vemos venir, nos traen problemas
porque todo lo ven desde su pequeña mirada egoísta, solo tienen el corazón
lleno de ellos mismos, sin rastro de Dios. Ni son felices ni hacen felices a
los demás.
La parábola muestra cómo el mal uso de
los bienes siempre perjudica a alguien; a su vez, recuerda que las riquezas
pueden provocar que las personas se vuelvan ciegas y sordas. Hay demasiadas
urgencias e injusticias junto a nuestras puertas, pero pasamos de largo, y no
nos interesan porque no nos afectan.
El prójimo es el criterio definitivo
para la salvación, como nos dice también Jesús en la parábola del juicio final:
“En verdad os digo, que lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis”, y también: “Lo que no hicisteis con estos, mis
hermanos más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo. Y entonces éstos irán al
castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mt 25, 40.45-46).