sábado, 20 de septiembre de 2025

Día 21 septiembre de 2025. Domingo XXV del Tiempo Ordinario.

 

LECTURAS

  • Amós 8,4-7
  • Salmo responsorial
  • 1 Timoteo 2,1-8
  • Lucas 16,1-13

   A primera vista, el evangelio de hoy nos desconcierta porque cuesta entender cómo el hombre rico alaba a su administrador que lo engaña, rebajando la deuda de los prestamistas. Para comprenderlo es necesario entender el “género parábola”, cuyo objetivo es transmitir una enseñanza, que interpele a los oyentes. Lo que Jesús quiere mostrar a sus discípulos es que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz, y con ello nos dice que no seamos cristianos ingenuos, sino que consideremos las realidades como son y tengamos conciencia crítica, y no nos limitemos a resignarnos y aceptarlo todo sin más, porque no todo vale. Cuántas veces decimos con resignación: “¡Es la voluntad de Dios!”, o también :“¡Qué vamos a hacer, si el mundo está así!”. Estas no son respuestas cristianas. 

    El papa Francisco recogió la denuncia del profeta Amós, y la plasmó actualizándola en su encíclica “Fratelli tutti”, donde escribe: “Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo, no se considera ya a la persona como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitados, si todavía no son útiles, “como los no nacidos, o si " ya no sirven”, como los ancianos;  nos hemos hecho insensibles a cualquier forma de despilfarro, comenzando por el de los alimentos que es uno de los más vergonzosos. Reflexionemos sobre ello”, escribía el Papa.

    El Evangelio termina con una frase lapidaria. “No podéis servir a dos señores, porque, o bien se aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”. Si tenemos claro que debemos amar a Dios antes que nada y nadie es porque creemos profundamente que él es nuestro Salvador, y que nos jugamos el ser hijos de la luz o hijos de las tinieblas. Es mejor ser hijo de la luz, porque las riquezas de este mundo pasarán, pero las riquezas de un corazón que sigue a Dios perdurarán porque somos discípulos del Resucitado, y tenemos nuestra esperanza puesta en Dios y en la vida eterna que él nos ofrece. 

LECTIO DIVINA PARROQUIA SAN ISIDRO DE ALMANSA