sábado, 8 de febrero de 2025

Día 9 febrero de 2025. Domingo V del Tiempo Ordinario. Manos Unidas.

 


LECTURAS

  • Isaías 6,1-2a..3-8
  • Salmo responsorial 
  • 1 Corintios 15,1-11
  • Lucas 5,1-11


    El evangelio nos muestra  cómo, una vez terminada la predicación con la gente, Jesús se dirige a Simón Pedro y compañeros pescadores, con una proposición: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. Jesús no era pescador ni conocía las costumbres del lago. Simón Pedro y compañeros sí conocen el lago palmo a palmo y eran expertos en el arte de la pesca. Simón manifiesta a Jesús el fracaso de toda una noche de pesca: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada”; pero confía en la palabra de Jesús, y en su nombre echó las redes, obteniendo tal cantidad de peces que “hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano”. Simón Pedro se sintió indigno y reconoce la grandeza de Jesús, diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Jesús no quiere unos discípulos replegados, sino llenos de entusiasmo, y así le dice a Simón Pedro: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Le propone que, en adelante, ya no van a servir las redes del lago, sino que tendrá que lanzar las redes del Evangelio, que es lo que significa “ser pescador de hombres”.

     Termina el Evangelio diciendo: “Entonces sacaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron”; es decir, se convirtieron en discípulos permanentes de Jesús. Y se fueron con él, y con él aprendieron el nuevo oficio, viendo y oyendo lo que hacía Jesús por las aldeas y ciudades de Palestina. De sus labios recibieron los consejos para la misión de salir al encuentro de los hombres y mujeres, siempre con la mano tendida, sin prejuicios. De los labios de Jesús escucharon hablar del Padre, que era el todo de su vida, y junto a Jesús llegaron hasta el Calvario y lo vieron sobre la Cruz, y cuando creían que todo estaba perdido, lo reconocieron resucitado. Fue también una mañana a orillas del lago, cuando Jesús se hizo presente a sus discípulos, después de no pescar nada durante la noche.  Y ellos con el encargo de Jesús, dejaron su tierra, sus familias, y se convirtieron en sus apóstoles anunciando el Evangelio a todos los pueblos.

     En la vida de las personas, y, por tanto, de los cristianos, de muchas maneras Jesús nos dice: “rema mar adentro”; es decir, Dios nos pide cierto silencio interior, en el que nos habla al corazón.  Y si estamos abiertos a la llamada de Jesús, será el Espíritu Santo quién nos marque el momento y lugar de echar las redes, como hemos escuchado en Simón Pedro y sus compañeros. Y si nuestra vida está movida por el Espíritu de Jesús, se notará en el entusiasmo que ponemos. 

LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA


HOJA DOMINICAL DIOCESANA