LECTURAS
La proclamación de la Palabra o
lectura personal del Evangelio tienen la misión de ir transformando nuestras
vidas, pasando de ser no creyentes a ser creyentes en el Dios de Jesucristo, porque
la Palabra nos abre a la fe. Y siendo creyentes la Palabra nos ayuda a conocer
cómo vivir nuestra condición de hijos de Dios y discípulos de Jesús, ya que
Jesús es el testigo del Padre, es la Palabra eterna que está junto a Dios, y es
Dios. Por ello, dirá Jesús ante sus discípulos, horas antes de su muerte, respondiendo
al apóstol Felipe: “Tanto tiempo que estoy con vosotros y, ¿aún no me conoces,
Felipe?; quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Lo que yo os digo, no lo
hablo por cuenta propia… Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no,
creed a las obras”.
Quienes acogemos a Jesús formamos su
familia o comunidad, como nos ha recordado San Pablo en la 2ª lectura: cada
bautizado es importante; somos distintos miembros de un mismo cuerpo en el que
Jesucristo es su Cabeza, y dónde todos, cada uno viviendo nuestra condición de
cristianos, nos sentimos solidarios de las alegrías como de los sufrimientos de
quiénes lo formamos.
Cuando recitamos el Credo, cada domingo
a una sola voz, es una respuesta comunitaria a la Palabra proclamada y recibida,
manifestando nuestra comunión con Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y
comunión con todos los cristianos.