LECTURAS
- Ezequiel 17, 22-24
- Salmo re3sponsoriual 91, 2--3.13-14.15--16
- 2 Corintios 5, 6-10
- Mc 4, 26-34
El Reino de Dios
es la semilla divina sembrada en cada uno de nosotros; no se puede ver porque
es una realidad espiritual; pero si está o no está en nosotros, eso se aprecia
mirando las obras. Si mi relación con los demás es adecuada a mi verdadero ser,
a lo que Dios ha puesto en mí, entonces mostraremos que el Reino de Dios está
en mí. El apóstol Santiago dice: “muéstrame tus obras, y yo te diré cuál es tu
fe”. Y San Juan, por su parte, también dice: “todo el que ama ha nacido de Dios
porque Dios es amor”.
Y, por el
contrario, si nuestra relación con los demás es inadecuada, estaremos
demostrando que impedimos que el Reino de Dios se desarrolle en nosotros. Nuestros
pecados son nuestra negativa a dejar que Dios realice su obra en nosotros, y de
esta manera impedimos que la fuerza que Dios ha puesto en nosotros no crezca,
no madure, no dé el fruto previsto. Por eso, dijo Jesús: “Por los frutos se
conocerá que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros”.
La parábola
del grano de mostaza nos recuerda que la vida es un regalo de Dios, y que Dios
ha puesto dentro de nosotros toda una serie de potencialidades que, si
colaboramos, haremos posible desarrollar, realizándonos como personas. Y, por
tanto, la primera tarea es saborear la vida, vivir la alegría del Evangelio, y
tener confianza en Dios que no nos deja de su mano. Lo que Dios nos pide es
nuestra colaboración desde nuestra libertad, porque nuestra tarea consiste en
acoger la acción del Espíritu de Dios que nos empuja a vivir los valores del
Evangelio, y por eso nos dice Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie
va al Padre sino por mí”.
La parábola de
hoy también nos enseña que como discípulos de Jesús estamos llamados a sembrar
pequeñas semillas de humanidad en nuestro entorno: una sonrisa, un gesto de
cercanía, un pequeño servicio, buscar el bien común, valorar todo lo que de positivo
tiene cualquier persona. Esos pequeños detalles son signos del Reino de Dios
presente en una persona.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE ALMANSA
El Reino de Dios
es la semilla divina sembrada en cada uno de nosotros; no se puede ver porque
es una realidad espiritual; pero si está o no está en nosotros, eso se aprecia
mirando las obras. Si mi relación con los demás es adecuada a mi verdadero ser,
a lo que Dios ha puesto en mí, entonces mostraremos que el Reino de Dios está
en mí. El apóstol Santiago dice: “muéstrame tus obras, y yo te diré cuál es tu
fe”. Y San Juan, por su parte, también dice: “todo el que ama ha nacido de Dios
porque Dios es amor”.
Y, por el
contrario, si nuestra relación con los demás es inadecuada, estaremos
demostrando que impedimos que el Reino de Dios se desarrolle en nosotros. Nuestros
pecados son nuestra negativa a dejar que Dios realice su obra en nosotros, y de
esta manera impedimos que la fuerza que Dios ha puesto en nosotros no crezca,
no madure, no dé el fruto previsto. Por eso, dijo Jesús: “Por los frutos se
conocerá que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros”.
La parábola del grano de mostaza nos recuerda que la vida es un regalo de Dios, y que Dios ha puesto dentro de nosotros toda una serie de potencialidades que, si colaboramos, haremos posible desarrollar, realizándonos como personas. Y, por tanto, la primera tarea es saborear la vida, vivir la alegría del Evangelio, y tener confianza en Dios que no nos deja de su mano. Lo que Dios nos pide es nuestra colaboración desde nuestra libertad, porque nuestra tarea consiste en acoger la acción del Espíritu de Dios que nos empuja a vivir los valores del Evangelio, y por eso nos dice Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”.
La parábola de
hoy también nos enseña que como discípulos de Jesús estamos llamados a sembrar
pequeñas semillas de humanidad en nuestro entorno: una sonrisa, un gesto de
cercanía, un pequeño servicio, buscar el bien común, valorar todo lo que de positivo
tiene cualquier persona. Esos pequeños detalles son signos del Reino de Dios
presente en una persona.
LECTIO DIVINA DE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE ALMANSA