LECTURAS
- Isaías 55,1-11
- Salmo responsorial 28, 1a.2.3ac.9b-10
- 1 Juan 5, 1-9
- Marcos 1, 7-11
Dos aspectos fundamentales cabe destacar
en el momento del bautismo: El bautismo será el detonante que remueve su
conciencia, dando comienzo a su vida de predicación itinerante por los pueblos
de Galilea, donde la gente lo va conociendo, un grupo de discípulos se va
formando en torno a él, es reconocido como profeta y maestro por lo que enseña
y la forma original de hacerlo, realiza algunos signos como curaciones de
enfermos, lo que provoca la admiración y el respeto entre la gente de Galilea. Así pues, después de la fiesta de ayer, la
Epifanía del Señor, hoy tenemos la segunda “manifestación” cronológica de Jesús
con la presencia del Espíritu que desciende sobre él.
Otro rasgo que se destaca es que “el cielo se rasgó”; es la forma de decir
que Dios se comunica con la humanidad, por
medio del Espíritu que baja sobre Jesús, que es “ungido y enviado” (Cristo) por
el Espíritu de Dios, para que inicie la misión para la que vino al mundo. La
voz del cielo indica la identidad de Jesús: “Tú eres mi Hijo muy amado, en
quien me complazco”. Estas palabras dirigidas a Jesús son
dirigidas también a cada uno de nosotros, porque Dios nos ha puesto en la
existencia para que participemos de su propia vida como hijos por adopción. Esto
nos lo dice el apóstol san Pablo en la carta a los Efesios: “Dios nos eligió en
la Persona de Cristo, antes de la creación del mundo, y nos ha destinado por medio
de Jesucristo a ser sus hijos…”. Esta es la buena noticia, el fondo de la
predicación y misión de Jesús: que Dios nos ama en Jesucristo, y nos asocia a
su vida y amor eternamente.
Mientras no sintamos en lo profundo de
nuestra conciencia que Dios nos ama, no podemos ser cristianos de verdad, porque
no creemos que seamos hijos de Dios en verdad. Y mientras no sintamos esto, nuestra
vida humana no tendrá un sentido satisfactorio y con sentido.
Hoy es un buen día para que tengamos memoria
agradecida de nuestro propio bautismo, que significa: vida en Cristo, liberación
del pecado y presencia del Espíritu Santo en nosotros, por lo que somos hijos
de Dios, gracias al Hijo Jesucristo y, en consecuencia, hermanos unos de otros.
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
Dos aspectos fundamentales cabe destacar en el momento del bautismo: El bautismo será el detonante que remueve su conciencia, dando comienzo a su vida de predicación itinerante por los pueblos de Galilea, donde la gente lo va conociendo, un grupo de discípulos se va formando en torno a él, es reconocido como profeta y maestro por lo que enseña y la forma original de hacerlo, realiza algunos signos como curaciones de enfermos, lo que provoca la admiración y el respeto entre la gente de Galilea. Así pues, después de la fiesta de ayer, la Epifanía del Señor, hoy tenemos la segunda “manifestación” cronológica de Jesús con la presencia del Espíritu que desciende sobre él.
Otro rasgo que se destaca es que “el cielo se rasgó”; es la forma de decir que Dios se comunica con la humanidad, por medio del Espíritu que baja sobre Jesús, que es “ungido y enviado” (Cristo) por el Espíritu de Dios, para que inicie la misión para la que vino al mundo. La voz del cielo indica la identidad de Jesús: “Tú eres mi Hijo muy amado, en quien me complazco”. Estas palabras dirigidas a Jesús son dirigidas también a cada uno de nosotros, porque Dios nos ha puesto en la existencia para que participemos de su propia vida como hijos por adopción. Esto nos lo dice el apóstol san Pablo en la carta a los Efesios: “Dios nos eligió en la Persona de Cristo, antes de la creación del mundo, y nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos…”. Esta es la buena noticia, el fondo de la predicación y misión de Jesús: que Dios nos ama en Jesucristo, y nos asocia a su vida y amor eternamente.
Mientras no sintamos en lo profundo de nuestra conciencia que Dios nos ama, no podemos ser cristianos de verdad, porque no creemos que seamos hijos de Dios en verdad. Y mientras no sintamos esto, nuestra vida humana no tendrá un sentido satisfactorio y con sentido.
Hoy es un buen día para que tengamos memoria agradecida de nuestro propio bautismo, que significa: vida en Cristo, liberación del pecado y presencia del Espíritu Santo en nosotros, por lo que somos hijos de Dios, gracias al Hijo Jesucristo y, en consecuencia, hermanos unos de otros.