La fiesta del Corpus Christi nos invita a entrar en el misterio de la Eucaristía. Un misterio que, como nos decía el recordado Benedicto XVI, “actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jesús ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo la Eucaristía nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana” (SCa 88)
La Eucaristía, sacramento del amor, aviva en nosotros la conciencia de que donde se vive de amor brilla también la esperanza (cf. SS 31), pues allí donde el ser humano se siente amado, experimenta la salvación de Dios y descubre que es posible la esperanza.
LECTURAS
- Deuteronomio 8,2-3.2-3.14b-16a.
- Salmo responsorial 147,12-13.14-15.19-20
- 1 Corintios 19,16-17
- Juan 6,51-58
El texto evangélico de hoy pertenece a uno
de los grandes discursos de Jesús en el evangelio de Juan, el “discurso del pan
de vida” (Jn 6). Antes del relato de hoy, el evangelio
narra cómo Jesús da de comer a una multitud. Y al día siguiente, la gente va en
busca de Jesús, quien les dice: “vosotros me buscáis no porque habéis visto
signos, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado”. Y añade:
“yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre y el que crea en mí
no tendrá nunca sed”. Esto provocó un murmullo y protesta entre
los judíos, escandalizándose muchos de ellos. Pero Jesús que les había dado el
pan de trigo hasta saciarlos, comienza a hablarles de otro pan, que alimenta a un
nivel más profundo, porque hace vivir para siempre. Es decir, que, teniendo a
Jesús como pan, viviremos para siempre, tendremos el acceso a la vida eterna o
vida con Dios.
Celebramos la fiesta del Corpus, fiesta
muy arraigada en nuestros pueblos. Tanto la celebración de la Eucaristía como
las procesiones son manifestaciones de lo más profundo de la fe cristiana: Jesús
nos da todo: su enseñanza que nos ayuda a caminar en nuestra vida terrena; se entrega
en la Cruz para el perdón de los pecados de la humanidad; resucitando nos da la
vida de Dios. Esto es lo que expresa la fiesta de hoy, y esto es lo que sucede de
“modo actual” para nosotros, cada vez que celebramos la Eucaristía. Sin el pan y el alimento, nuestro cuerpo
pierde fuerzas y muere. La Eucaristía es el pan espiritual que alimenta nuestra
vida cristiana y desarrolla la semilla que Dios puso en nosotros por el
bautismo. Por eso la Eucaristía no es un
sentimiento, como dice mucha gente: “voy a misa cuando me apetece”. La
Eucaristía es un regalo de Dios y una exigencia; es el momento que nos da fuerza interior para vivir como
cristianos el resto de la semana o las horas del día.
No podemos estar en comunión con
Cristo, si entre nosotros estamos divididos, si nos rechazamos, si no estamos
dispuestos a reconciliarnos ante las discrepancias que tenemos, y si no
consideramos al otro como hermano o hermana. Decir hermanos no significa solamente
“no llevarnos mal”, sino que exige darnos en cuerpo y alma a los demás como ha
hecho Cristo por nosotros, quien nos dice: “En esto se conocerá que sois mis
discípulos, si os amáis unos a otros cómo yo os he amado”.
Hoy celebramos el día de la caridad. Cáritas
nos recuerda, una vez más que, si Jesús se nos parte y reparte en la Comunión, es
para que imitándole sepamos compartir con los demás lo que somos y tenemos, especialmente
con las personas más necesitadas. Recordamos el lema de Cáritas: “Somos lo que
damos. Somos amor”.
LECTIO DIVINA DESDE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
El texto evangélico de hoy pertenece a uno de los grandes discursos de Jesús en el evangelio de Juan, el “discurso del pan de vida” (Jn 6). Antes del relato de hoy, el evangelio narra cómo Jesús da de comer a una multitud. Y al día siguiente, la gente va en busca de Jesús, quien les dice: “vosotros me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado”. Y añade: “yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre y el que crea en mí no tendrá nunca sed”. Esto provocó un murmullo y protesta entre los judíos, escandalizándose muchos de ellos. Pero Jesús que les había dado el pan de trigo hasta saciarlos, comienza a hablarles de otro pan, que alimenta a un nivel más profundo, porque hace vivir para siempre. Es decir, que, teniendo a Jesús como pan, viviremos para siempre, tendremos el acceso a la vida eterna o vida con Dios.
Hoy celebramos el día de la caridad. Cáritas
nos recuerda, una vez más que, si Jesús se nos parte y reparte en la Comunión, es
para que imitándole sepamos compartir con los demás lo que somos y tenemos, especialmente
con las personas más necesitadas. Recordamos el lema de Cáritas: “Somos lo que
damos. Somos amor”.