LECTURAS
- Hechos 6,1-7
- Salmo responsorial 32, 1-2.4-5.18-19
- 1 Pedro 2,4-9
- Juan 14,1-12
Durante la vida histórica de Jesús, sus discípulos lo admiraban como maestro y profeta, un hombre entregado de corazón a los demás: los pobres, enfermos, pecadores, la gente sencilla, con los que tenía la paciencia de mostrarles los valores que Jesús llamaba “reino de Dios”.
Pero durante su vida histórica, los apóstoles y primeros discípulos no llegaron a comprender el fondo de la persona de Jesús, como manifiesta la petición de Felipe: “muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús respondió con una breve frase: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre", añadiendo que sus obras son la manifestación de que Dios está en él y él en Dios: “El Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”.
Las primeras generaciones de cristianos vivían impactadas por el recuerdo de Jesús al que sentían vivo en medio de ellos. Así, en Hechos de los Apóstoles, que se escribió hacia el año 80, y que leemos en este tiempo pascual, habla del ser cristianos como de un “camino nuevo” o un “modo de vida nuevo”, modo de vida inaugurado por Jesús. En este sentido, se pueden entender las palabras del evangelio de hoy: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. De modo que “cristiano” es un hombre o una mujer que en Jesús va descubriendo el camino más acertado para vivir la verdad más segura para orientarse, y tener un sentido esperanzador de su vida. Por tanto, ser cristiano es aprender a vivir desde Jesús buscando no solo el bienestar para mí y los míos sino también para los demás, haciendo así un mundo más humano donde todos nos podamos reconocer como hijos de Dios y hermanos; este es el proyecto de Dios manifestado en la vida y enseñanza de Jesús.
Al celebrar la Eucaristía con fe, Jesús nos introduce en el mundo de Dios, nos orienta hacia él para que lleguemos a la meta que él nos ha preparado. Por eso, la Eucaristía es acción de gracias porque agradecemos a Dios que nos haya aceptado como hijos destinados a participar de su vida, y reconocemos que este regalo de Dios se realiza por mediación de Jesucristo, nuestro hermano y Señor, quien actúa en la Iglesia de la que él es Cabeza.
Los que seguimos a Jesús estamos llamados a recorrer nuestro camino con el estilo de Jesús hasta llegar a la meta que él nos ha indicado: “… volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”.