LECTURAS
- Isaías 42, 1-4.6-7
- Salmo responsorial 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
- Hechos 10,34-38
- Mateo 3, 12-17
El bautismo de
Jesús no es solo la crónica de un hecho. Lo narran los evangelios sinópticos y
en Hechos de los Apóstoles se alude varias veces a él. Juan, por su parte, lo cita como un hecho
conocido, lo que indica que fue tenido por un hecho fundamental en Jesús.
Mateo dice que “apenas se bautizó
Jesús, salió del agua, se abrieron los cielos, y que el Espíritu de Dios bajaba
como una paloma y se posaba en él y una voz del cielo decía: “este es mi Hijo,
en quien me complazco”. Con esta frase el evangelista está diciendo que, después
del bautismo, Jesús vio claro lo que Dios Padre esperaba de él, de ahí que
repita constantemente que su misión es hacer la voluntad del Padre. Y el
mensaje de Jesús consiste en invitar a todos los hombres y mujeres a tener la
misma experiencia de Dios que él tuvo; esta es la meta de todo ser humano como
propuso al fariseo Nicodemo: “hay que nacer de nuevo, hay que nacer del agua y
del Espíritu”.
Por el bautismo nacemos del Espíritu como dijo Jesús. Fuimos bautizados, pero demasiado niños para valorar lo que eso significaba;
incluso recibimos la Confirmación, y
seguramente tampoco llegamos a saborear la unión con Dios, porque nos falta
interioridad, somos todavía excesivamente carnales, y por tanto inmaduros.
El bautismo y la
confirmación nos conectan con Dios; estos sacramentos son, por poner un
ejemplo, como la corriente eléctrica en nuestra casa: para que la corriente entre
y alumbre, se necesita conectar el interruptor, lo que permite que la corriente realice
su función; en la vida cristiana la fuerza del Espíritu de Dios nos llega por la Palabra de Dios, escuchada e interiorizad, por los sacramentos celebrados con fe; pero con frecuencia, nos limitamos al rito material y nos falta interioridad y fe.
Hoy, en la
fiesta del Bautismo del Señor es buena ocasión para reafirmar nuestra fe, poner
en práctica nuestra identidad cristiana, y que nuestra vida refleje que estamos con Jesús; que él es el Hijo predilecto, y nosotros hijos de Dios en el Hijo Jesucristo,
y por ello lo escuchamos y nos dejamos impulsar por el mismo Espíritu que
impulsó a Jesús, madurando en nuestro caminar
de cada día hasta que lleguemos a la meta dónde el mismo Jesús se nos manifestará
y entonces nuestra humanidad llegará a su desarrollo máximo, entonces seremos semejantes a Jesucristo y lo veremos tal cual es.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
El bautismo de
Jesús no es solo la crónica de un hecho. Lo narran los evangelios sinópticos y
en Hechos de los Apóstoles se alude varias veces a él. Juan, por su parte, lo cita como un hecho
conocido, lo que indica que fue tenido por un hecho fundamental en Jesús.
Mateo dice que “apenas se bautizó Jesús, salió del agua, se abrieron los cielos, y que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba en él y una voz del cielo decía: “este es mi Hijo, en quien me complazco”. Con esta frase el evangelista está diciendo que, después del bautismo, Jesús vio claro lo que Dios Padre esperaba de él, de ahí que repita constantemente que su misión es hacer la voluntad del Padre. Y el mensaje de Jesús consiste en invitar a todos los hombres y mujeres a tener la misma experiencia de Dios que él tuvo; esta es la meta de todo ser humano como propuso al fariseo Nicodemo: “hay que nacer de nuevo, hay que nacer del agua y del Espíritu”.
Por el bautismo nacemos del Espíritu como dijo Jesús. Fuimos bautizados, pero demasiado niños para valorar lo que eso significaba; incluso recibimos la Confirmación, y seguramente tampoco llegamos a saborear la unión con Dios, porque nos falta interioridad, somos todavía excesivamente carnales, y por tanto inmaduros.
El bautismo y la
confirmación nos conectan con Dios; estos sacramentos son, por poner un
ejemplo, como la corriente eléctrica en nuestra casa: para que la corriente entre
y alumbre, se necesita conectar el interruptor, lo que permite que la corriente realice
su función; en la vida cristiana la fuerza del Espíritu de Dios nos llega por la Palabra de Dios, escuchada e interiorizad, por los sacramentos celebrados con fe; pero con frecuencia, nos limitamos al rito material y nos falta interioridad y fe.
Hoy, en la
fiesta del Bautismo del Señor es buena ocasión para reafirmar nuestra fe, poner
en práctica nuestra identidad cristiana, y que nuestra vida refleje que estamos con Jesús; que él es el Hijo predilecto, y nosotros hijos de Dios en el Hijo Jesucristo,
y por ello lo escuchamos y nos dejamos impulsar por el mismo Espíritu que
impulsó a Jesús, madurando en nuestro caminar
de cada día hasta que lleguemos a la meta dónde el mismo Jesús se nos manifestará
y entonces nuestra humanidad llegará a su desarrollo máximo, entonces seremos semejantes a Jesucristo y lo veremos tal cual es.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA