viernes, 11 de noviembre de 2022

Día 13 noviembre de 2022. Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario.

 


LECTURAS



  • Malaquías 3,19-20a
  • Salmo responsorial 
  • 2 Tesalonicenses 3,7-12
  • Lucas 21,5-19

El evangelio de hoy es parte del llamado discurso escatológico de Jesús, quien con estas palabras nos invita a mirar el futuro más lejano, el futuro del fin de este mundo tal y como lo tenemos montado, para dar cumplimiento definitivo a lo que Jesús llama el “Reino de Dios”.

Las palabras sorprendentes de Jesús “no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida” en referencia al Templo, muestra la caducidad de toda grandeza aparente, aunque sea el orgullo de todo un pueblo como era el Templo para los judíos, lo que representó el derrumbamiento de una forma de entender la religión y la vida.

Jesús cita una serie de hechos que nos recuerda la debilidad de nuestra condición humana, como son las guerras, hambrunas, pandemias, y todo tipo de cataclismos. Hoy hablamos del cambio climático, como estos días en la “Cumbre del Clima” en Egipto. El cambio climático nos dice que estamos cavando nuestra propia fosa por falta de responsabilidad ecológica en la conservación de la naturaleza, dando lugar a fenómenos destructores y que serán más y mayores en el futuro, si no ponemos voluntad y acciones efectivas que lo remedien.

Jesús dice también: “Os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel”. Ser fieles al Evangelio no es cosa fácil. Como tampoco lo fue para los primeros discípulos, a muchos de los cuales mataron como al mismo Jesús. Toda la tradición evangélica es unánime en afirmar que, la fidelidad a Jesús y al Evangelio, trae consigo a veces, la persecución y las dificultades.

La intención de Jesús en el Evangelio de este domingo no es que vivamos sobrecogidos por el miedo, sino que nos invita a una actitud fundamental: la perseverancia.  Perseverar es volver al Evangelio constantemente, es encender nuestra esperanza en una relación personal con Jesús Resucitado presente entre nosotros en su Palabra, en la Eucaristía, en nuestra propia historia de cada día, en los pobres y necesitados como son los enfermos, ancianos, los inmigrantes que buscan mejor vida.

 En este domingo celebramos la VI Jornada Mundial de los Pobres, con un lema: “Jesucristo se hizo pobre por nosotros”. El papa Francisco en el mensaje con motivo de este día nos pide reflexionar sobre nuestro estilo de vida, sobre tantas pobrezas en nuestro mundo. Se pregunta y nos pregunta: ¿Cómo dar una respuesta adecuada que proporcione alivio y paz a tantas personas que viven en la incertidumbre y precariedad?

Nos propone que una respuesta puede ser la de “compartir” un poco de lo que tenemos con aquellos que no tienen nada. También, de no limitarnos a una  ayuda asistencialista, ni a políticas que mantienen una pobreza crónica con el peligro de crear una dependencia permanente, prolongando una injusta redistribución de los recursos.

En Jesús tenemos el modelo de quien movido por amor gratuito no se cierra a nadie y va al encuentro de todos, especialmente de los marginados y privados de lo necesario.


LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA


CAMPAMENTO DE REFUGIADOS