LECTURAS
- Éxodo 17, 8-13
- Salmo responsorial 120,1-2.3-4.5-6.7-8
- 2 Timoteo 3,14-4,2
- Lucas 18,1-8
Escuchando
las lecturas de este domingo, enseguida percibimos que el tema de la oración es la nota dominante. Jesús,
con la parábola que nos ha propuesto nos dice
que, si un juez corrupto fue capaz de escuchar y administrar justicia a
una pobre viuda que insistentemente le pedía justicia, ¿cómo podemos dudar de que Dios escuche nuestros gritos de angustia si lo hacemos orando con confianza?
Hoy, en el evangelio Jesús nos invita a orar siempre. ¿Cómo
se hace para rezar
siempre?
No está pensando Jesús en que multipliquemos los rezos. Todo eso puede estar
muy bien, si va acompañado de un auténtico sentimiento del corazón y una
disposición a hacer la parte que nos toca en lo que pedimos. Y no está de más
que recordemos la advertencia de Jesús de no ser charlatanes como los paganos,
que piensan que serán escuchados por su mucho hablar. “El Padre celestial
ya sabe lo que necesitamos antes de pedírselo” (Mt 6,7), dice Jesús
La oración a la que se refiere Jesús
consiste en mantenerse en constante diálogo con el Señor: que Él sea
nuestro criterio, nuestro apoyo y nuestra referencia para poder valorar la
realidad, los acontecimientos, las personas. Y discernir así nuestros pensamientos,
sentimientos, reacciones, proyectos y
opciones posibles. Esto
significa e implica que Dios nos habla a través de nuestra vida diaria y
de lo que va ocurriendo también a otros, y también desde su Palabra o
evangelio.
Este
orar siempre se realiza también en la oración comunitaria, como hacemos cada
domingo participando en la celebración de la Eucaristía, donde ponemos en
práctica el deseo de Jesús: “Haced esto en memoria mía”, y donde nos asegura
que está con nosotros todos los días. Esto se realiza de manera sublime en la
Eucaristía, “centro y culmen de la vida
cristiana”.
Por
la plegaria sabemos que Dios está con nosotros. Leamos y meditemos el Evangelio
en el que Jesús no señala el camino a seguir.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN
Escuchando las lecturas de este domingo, enseguida percibimos que el tema de la oración es la nota dominante. Jesús, con la parábola que nos ha propuesto nos dice que, si un juez corrupto fue capaz de escuchar y administrar justicia a una pobre viuda que insistentemente le pedía justicia, ¿cómo podemos dudar de que Dios escuche nuestros gritos de angustia si lo hacemos orando con confianza?
La oración a la que se refiere Jesús consiste en mantenerse en constante diálogo con el Señor: que Él sea nuestro criterio, nuestro apoyo y nuestra referencia para poder valorar la realidad, los acontecimientos, las personas. Y discernir así nuestros pensamientos, sentimientos, reacciones, proyectos y opciones posibles. Esto significa e implica que Dios nos habla a través de nuestra vida diaria y de lo que va ocurriendo también a otros, y también desde su Palabra o evangelio.
Este
orar siempre se realiza también en la oración comunitaria, como hacemos cada
domingo participando en la celebración de la Eucaristía, donde ponemos en
práctica el deseo de Jesús: “Haced esto en memoria mía”, y donde nos asegura
que está con nosotros todos los días. Esto se realiza de manera sublime en la
Eucaristía, “centro y culmen de la vida
cristiana”.
Por
la plegaria sabemos que Dios está con nosotros. Leamos y meditemos el Evangelio
en el que Jesús no señala el camino a seguir.