sábado, 8 de octubre de 2022

Día 9 ocubre de 2022. Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario.

 

LECTURAS

  • 2 Reyes 5,14.17
  • Salmo responsorial 97,1.2.3ab.3cd-4
  • 2 Timoteo 2,8-13
  • Lucas 17,11-19

Jesús pone de relieve la fe-confianza que  ha manifestado uno de los leprosos, precisamente un samaritano. Y curando al samaritano, Jesús está indicando que la salvación de Dios incluye también a los extranjeros;  Jesús, que era judío, es crítico y cuestiona la idea que los judíos tenían de una relación con Dios exclusiva y excluyente: pensaban que como ellos eran el pueblo elegido, la salvación de Dios era para ellos y no para los  demás.

Este evangelio podemos aplicarlo a nuestra vida personal, identificándonos con los diez leprosos, no porque seamos leprosos físicos, sino porque tenemos  actitudes y pecados  que nos hacen impuros ante Dios y que lesionan la convivencia entre nosotros, creando divisiones, enfrentamientos, faltas de confianza, dando lugar a una humanidad  pecadora, como bien podemos apreciar si hacemos un recorrido por nuestro mundo y  ambientes por donde nos movemos. Reconocer  nuestras actitudes y pecados hace que tomemos conciencia de nuestra  pobreza ante Dios, como aquellos leprosos que gritan ante Jesús: “Señor, apiádate de nosotros”. Cuando reconocemos nuestra situación de debilidad y pecado, entonces hacemos posible la acción curativa  y gratuita de Dios sobre nosotros, como hizo Jesús con aquellos leprosos. Recordemos lo que  decimos al inicio de  la Misa por tres veces: “Señor, ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad”. Siempre comenzamos la Eucaristía  reconociendo  la necesidad  de ser acogidos, perdonados y amados  por aquel que siempre permanece fiel, Jesucristo, como nos ha dicho san Pablo (2ª lectura): “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.

Del mismo modo, que podemos vernos reflejados en los diez leprosos, más debemos  identificarnos con el samaritano que  se vuelve para dar gracias a Jesús y  glorifica a Dios porque se siente no sólo curado de la enfermedad, sino salvado y querido por Dios. Cada uno podemos pensar en los motivos personales que tenemos para  dar gracias a Dios: por el don de la vida,  por nuestra familia, por haber conocido a Jesucristo y ser cristianos. Cada uno puede pensar en muchas  circunstancias por las que dar gracias. Esto es lo que hacemos cada semana, cuando venimos a celebrar la Eucaristía: que es encuentro con Jesucristo resucitado, realmente  presente en el Sacramento,  que nos alimenta con su Palabra y con el Pan consagrado, que es su persona, y  es encuentro con la familia de Jesús, la Iglesia, reunida en la celebración eucarística.




LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA