LECTURAS
Génesis 15,5-12.17-18
Salmo responsorial 26,1-7-8a.8b-9abc.13-14
Filipenses 3,17-4,1
Lucas 9,28b-36
El evangelio no presenta la transfiguración de Jesús como el periodista que cuenta la noticia “bomba” del día; precisamente por eso termina el relato diciendo que los discípulos “guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto”, lo cual indica que los discípulos comprendieron quien era realmente Jesús tras la experiencia de la resurrección.
En el evangelio aparecen varios elementos a tener en cuenta:
a) Se destaca el aspecto del rostro y vestiduras de Jesús. El brillo del rostro de Jesús significa un anticipo de Jesús resucitado, rostro glorioso que fue difícil de identificar para María Magdalena, los dos discípulos de Emaús, y los discípulos en el lago de Galilea.
b) Aparecen Moisés y Elías. Moisés el gran mediador entre Dios y el pueblo, legislador y artífice del pueblo elegido. Y Elías el gran profeta quien, en el del s. IX a. de Cristo, fue el gran defensor de la fe en Yahvé, frente a la religión cananea de los pueblos vecinos. Moisés y Elías eran considerados por el pueblo de Israel los dos personajes más significativos. En el relato aparecen conversando con Jesús, pero sus rostros no brillan como el de Jesús, quien ocupa el centro de la escena y les habla que en Jerusalén va a sufrir, morir y resucitar.
c)
Con esta escena se está sugiriendo a los
discípulos que el maestro al que siguen, Jesús, no es un loco ni un hereje, al contrario se encuentra en la línea de
los grandes profetas como Moisés y Elías, y
que va a llevar la obra de los profetas al total cumplimiento.
Como en el Sinaí, llegó una densa nube, signo de la presencia de Dios; Moisés y Elías han desaparecido; y desde la nube, una voz que, como en el bautismo, indica quien es Jesús: “Este es mi Hijo, el Elegido, ¡Escuchadlo!”. Con estas palabras se quiere decir que sólo Jesús es el único al que hay que escuchar; la Ley y los Profetas han desaparecido; Jesús es el Elegido, el Mesías, y es a él al que debemos acoger, único que procede de Dios y nos revela el designio de Dios sobre nuestra vida. De aquí que nos debamos preguntar: ¿Hago espacio en mi vida para escuchar a Dios? ¿Escucho las palabras que Jesús me dirige personalmente?
Los cristianos, hoy, debemos volvernos a Jesús, el único que nos salva y que nos lleva a Dios. Sólo la certeza de su Presencia dentro de nosotros nos puede llenar de alegría, esperanza y sentido de vida. Hoy podemos orar con palabra del salmo responsorial que hemos rezado: “Señor, tú eres mi luz y mi salvación, eres la defensa de mi vida… Tu rostro buscaré, Señor, porque tú eres mi auxilio…”
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
ORACIÓN ECUMÉNICA POR LA PAZ EN LEÓPOLIS (UCRANIA)