LECTURAS
- Jeremías 23,1-6
- Salmo responsorial 22
- Efesios2,13-18
- Marcos 6, 30-34
Todos
sabemos leer y escribir porque nos han
enseñado en la escuela, y por eso, uno de los deberes era hacer caligrafía para
mejorar la letra, al menos así se hacía cuando yo era niño. Sin embargo, no nos
han educado tanto en saber mirar. Y es Jesús quien nos enseña a mirar. La mirada
de Jesús es la misma de Dios, como se indica en el evangelio: “Al desembarcar vio una
multitud y se compadecía de ellos porque
andaban como ovejas sin pastor; y se
puso a enseñarles muchas cosas”. Ahí
vemos cómo aflora la cualidad del “buen pastor” que se fija en
la situación de las personas, y dedica una atención prioritaria a ellas. Jesús es el buen pastor que realiza lo que
dice el salmo 22, que escuchamos hoy tras la 1ª lectura: “El
Señor es mi pastor, nada me falta; me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas, su bondad y su misericordia me
acompañan todos los días de mi vida”. Ese es Jesús, el pastor que Dios prometió por
medio del profeta Jeremías.
Cuando en el evangelio, Jesús invita a los apóstoles a retirarse a un “lugar desértico”,
está tratando de decirnos que solo en el silencio y en el recogimiento interior
u oración, podemos encontrar el verdadero ser y solo después de encontrarlo,
podemos indicar a los demás el camino.
Cada domingo, cuando venimos a la Misa dominical
es como “retirarse al desierto”; dejamos nuestras preocupaciones y ocupaciones
habituales, para estar con el Señor, que alimenta nuestra vida con su palabra, y
nos asegura la presencia del
Espíritu, que nos acompaña y fortalece en el camino de la nueva semana
que iniciamos.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: EN COMPAÑÍA
Todos
sabemos leer y escribir porque nos han
enseñado en la escuela, y por eso, uno de los deberes era hacer caligrafía para
mejorar la letra, al menos así se hacía cuando yo era niño. Sin embargo, no nos
han educado tanto en saber mirar. Y es Jesús quien nos enseña a mirar. La mirada
de Jesús es la misma de Dios, como se indica en el evangelio: “Al desembarcar vio una
multitud y se compadecía de ellos porque
andaban como ovejas sin pastor; y se
puso a enseñarles muchas cosas”. Ahí
vemos cómo aflora la cualidad del “buen pastor” que se fija en
la situación de las personas, y dedica una atención prioritaria a ellas. Jesús es el buen pastor que realiza lo que
dice el salmo 22, que escuchamos hoy tras la 1ª lectura: “El
Señor es mi pastor, nada me falta; me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas, su bondad y su misericordia me
acompañan todos los días de mi vida”. Ese es Jesús, el pastor que Dios prometió por
medio del profeta Jeremías.
Cuando en el evangelio, Jesús invita a los apóstoles a retirarse a un “lugar desértico”, está tratando de decirnos que solo en el silencio y en el recogimiento interior u oración, podemos encontrar el verdadero ser y solo después de encontrarlo, podemos indicar a los demás el camino.
Cada domingo, cuando venimos a la Misa dominical
es como “retirarse al desierto”; dejamos nuestras preocupaciones y ocupaciones
habituales, para estar con el Señor, que alimenta nuestra vida con su palabra, y
nos asegura la presencia del
Espíritu, que nos acompaña y fortalece en el camino de la nueva semana
que iniciamos.