LECTURAS
- Isaías 63,16c-17.19c;64,2b-7
- Salmo responsorial
- 1 Corintios 1,3-9
- Marcos 13,33-37
El Adviento es como un camino doble: el que hace Dios hacia nosotros, y el que hacemos nosotros hacia Dios. Para Jesús es un camino de venida, de aquí viene el significado de “Adviento”: “llegada”, “advenimiento”. Dios hace realidad la petición del profeta Isaías: Dios ha rasgado el cielo y ha descendido por el único camino posible: haciéndose hombre. Y Dios se hizo hombre para que la humanidad llegue a su mayor plenitud: ser “hijos” de Dios gracias al Hijo Jesucristo que se ha hecho hermano nuestro.
Y nuestra hermano Jesús nos dice hoy: “Vigilad porque no sabéis el momento”. Vigilad significa ponernos en marcha para crecer como personas hacia la plenitud, y no limitarnos a pasar una vida amodorrada, o vivir como simple animalidad.
No sabemos nuestro futuro, pero lo que es cierto es según las decisiones que tomemos, nuestra vida se puede orientar en una u otra dirección. El Adviento es un tiempo de “espera activa”, tiempo de estar atentos, de revisar hacia dónde vamos; si orientamos nuestro camino hacia Belén, significa que preparamos nuestros corazones para acoger al Señor que vino a la humanidad, naciendo en Belén, pero que está en medio de nosotros, como él mismo nos aseguró: “Y sabed que yo estoy con vosotros, cada día, hasta el fin del mundo”.
Prepararnos a celebrar la Navidad del Señor es crecer con actitud de conversión, con ganas de perseverar en la fe y con deseos de que nuestra vida sea un fiel testimonio del seguimiento de Jesús.
Jesús es la luz que nos ayuda a ver las cosas de otra manera y nos invita a caminar con él. Sigámosle y seamos también luz para los demás, como hemos dicho en la oración primera de este domingo: “Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de las buenas obras al encuentro de Cristo que viene…”