JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y REFUGIADO
LECTURAS
- Ezequiel 18,25-28
- Salmo responsorial
- Filipenses 2,1-11
- Mateo 21,28-32
La escena evangélica de hoy se desarrolla en una discusión entre Jesús y los judíos observantes de la Ley, quienes lo criticaban por su forma de tratar a los pecadores para quienes Jesús siempre tiene una mano tendida, frente a los fariseos y dirigentes judíos, partidarios de “mano dura” con tales personas. Por eso, Jesús dirige la parábola del evangelio a los “sumos sacerdotes y ancianos del pueblo”, las élites religiosas y dirigentes del pueblo judío. La parábola de hoy es una dura crítica de Jesús hacia aquellos que dicen pero no hacen, o que saben la letra de la Ley, pero luego no son coherentes con sus exigencias.
Igual que el domingo pasado, se vuelve a nombrar la “viña”, símbolo del mundo, dónde Dios nos pide trabajar. Esto es lo que Dios quiere, que nos apliquemos en las tareas ordinarias de la vida, haciendo que mejoren las relaciones en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales, también en la Iglesia, la familia cristiana de la que todos formamos parte. Por el bautismo somos hijos de Dios, pero una cosa es serlo y estar inscritos en el libro de bautismo de la parroquia y obispado, y otra cosa es actuar de verdad como hijos de Dios.
En
la parábola, el hijo primero dijo a su
padre: “no quiero”, pero luego fue a trabajar; el segundo dijo: “voy, señor”,
pero no fue”. Esta situación nos lleva a recordar aquellas otras palabras de
Jesús: “no todo el que diga, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Seremos
juzgados no por las veces que nos equivoquemos, sino por las veces en que sepamos rectificar. Así lo hemos leído en las últimas
líneas de Ezequiel (1ª lectura): “Cuando el malvado se convierte de la maldad
que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida”.