sábado, 12 de septiembre de 2020

Día 13 de septiembre. Domingo 24 del Tiempo Ordinario

 

LECTURAS

  1. Eclesiástico 27,30-28,7
  1. Salmo responsorial
  1. Romanos 14,7-9
  1. Mateo 18,21-35


La enseñanza  de Jesús en el evangelio es provocada por la pregunta que hace Pedro a Jesús si ”hay que perdonar hasta siete veces”, ¡que no son pocas! A lo que Jesús responde: “No solo siete, sino setenta veces siete”, es decir siempre; en definitiva, se trata de hacer nuestra  la actitud misericordiosa de Dios. Y esto Jesús lo explica con la parábola que hemos leído.

La parábola nos recuerda  que el perdón no tiene límites, y quien ha sido perdonado tiene motivos, más que nadie, para proceder de la misma manera con los demás.  En la parábola hay un gran contraste: un empleado  que es perdonado de una deuda enorme, imposible de pagar, y a continuación  no es capaz de perdonar una pequeña deuda a su compañero. Esto es un retrato de cómo somos tratados por Dios y como  nos falta humanidad en el trato entre nosotros. Aquí se muestra la doble vara de medir: queremos que sean tolerantes con nosotros, a la vez que somos exigentes con los demás. Queremos que Dios nos perdone generosamente, mientras que somos intolerantes  y hasta vengativos con los demás.

El perdón nunca ha sido fácil. Perdonar no significa ignorar las cosas, ni justificar injusticias, ni perder la dignidad. Muchos se creen que si perdonan son como personas blandas, como que les falta algo. Cuando una persona ha sido tratada injustamente o ha recibido un duro golpe contra su dignidad, es lógico que psicológicamente le quede  un resabio difícil de olvidar. Pero una cosa es que quede el recuerdo de aquella herida recibida, lo mismo que quedan las cicatrices de un accidente, y otra   distinta es el que se mantenga el ansia de venganza si se presenta la ocasión, porque la persona que vive así, removiendo la herida pasada, será siempre victima de sus recuerdos, y no descansará.

Perdonar es dejar de lado los justos  y legítimos derechos, dando paso a la generosidad y el amor, siguiendo el estilo de Dios. Y para que eso llegue a ser realidad, hay que  trabajarlo interior, también ayudados por la Palabra de Dios y con mucha oración. Que la palabra de Dios  de hoy nos ayude a rezar el Padre nuestro con toda su autenticidad “Perdona nuestras ofensas como  también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ROQUE DE HELLÍN: VIVIR LA COMUNIÓN