sábado, 18 de julio de 2020

Día 19 de julio de 2020. Domingo 16 del Tiempo Ordinario


LECTURAS

  • Sabiduría 12,13.16-19
  • Samo responsorial 85
  • Romanos 8,26-27
  • Mateo 13, 24-43

Cada domingo comenzamos la celebración de la Eucaristía confesándonos pecadores, es decir, reconociendo  que no somos “trigo limpio”, lo cual nos debe disponer a entender perfectamente  la parábola del trigo y la cizaña, que nos habla del bien y del mal que se encuentran juntos en cada uno de nosotros.
No sería correcto pensar que se trata de “buenos y malos”, identificándonos nosotros como los buenos, juzgando como malos a los otros. 
En el relato de Jesús, el sembrador, que es Dios, siempre siembra la buena semilla; la cizaña o mala hierba tiene otro origen distinto.
  Sorprende la recomendación de Jesús, puesta en boca del  dueño del campo, que dice a los obreros de no arrancar la cizaña: “no sea que al recoger la cizaña, arranquéis también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña  y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenarlo en mi granero”.
¿Por qué dice Jesús de actuar así?  Porque trigo y cizaña no son dos tipos de personas sino de conductas, de manera que “trigo” y “cizaña” pueden anidar  juntos  en nuestro corazón.
Pero hay otra razón. Comienza Jesús diciendo: “El Reino de los cielos se parece a  un hombre que sembró buena semilla…”. Se trata del Reino de Dios  y no de organismos humanos. En el Reino de Dios,  le corresponde a Dios el juzgar  y no a los hombres o mujeres.
En la parábola Jesús nos pide tolerancia con los otros, que  no es indiferencia, ni tampoco que todo vale, sino respeto aceptando que todos tenemos defectos y  debilidades, y también cualidades, y que sólo Dios es quien puede juzgar rectamente y concede a todos su tiempo  para que todos podamos arrepentirnos y dar trigo bueno.