El evangelio de hoy continúa con el tema del perdón, iniciado el domingo pasado. El perdón es un mensaje bonito, pero difícil de entender, y sobre todo, difícil de practicar.
El perdón del que nos habla Jesús no es un perdón sin más, porque sí. Es un perdón que nos hace pensar, y sobre todo, que nos lleva a corregir los caminos mal andados.
La parábola que nos propone Jesús es clara, y lleva a consecuencias también claras. Jesús nos indica que el perdón de Dios es total y gratuito. Este modo de perdonar Dios es el centro del mensaje de Jesús, quien siempre ofreció el perdón a los pecadores, antes incluso que éstos lo merecieran, como en el caso de Zaqueo y de la mujer pecadora, y no digamos, el perdón de Jesús a quienes le estaban quitando la vida.
Jesús nos dice que el que se sabe perdonado por Dios reconoce su error y vive agradecido, y eso se nota en que se siente empujado a perdonar "setenta veces siete", es decir, siempre, de modo que el perdón es una actitud que indica si una persona es cristiana de verdad, que reconoce a Dios como Padre, y en consecuencia, ama a los demás perdonando como Dios nos ama y perdona.