LECTURAS
- Ezequiel 18, 25-28
- Salmo responsoriaal 24
- Filipenses 2, 1-11
- Mateo 21, 28-32
En el evangelio hemos escuchado las respuestas de dos hijos a un padre que los envía a trabajar. La primera respuesta es, a simple vista, la de "un maleducado", pero que, aunque dice "no quiero", sin embargo, va y cumple la voluntad de su padre poniéndose a trabajar . La respuesta del otro hijo es un "sí" con buenos modales, pero de hecho, es un "no me da la gana", porque aquel hijo no fue a trabajar.
Ser un buen hijo significaba hacer la voluntad del padre. De ahí la pregunta de Jesús: ¿Quien hizo la voluntad del padre?, o lo que es lo mismo¿quien se comportó como buen hijo? pregunta que hizo Jesús a los responsables del pueblo.
El relato evangélico contiene una enseñanza fundamental: que los hechos son los importantes, y no las palabras; el evangelio nos invita que que nuestro sí se refleje en las obras. Pero lo maravillosos del mensaje de Jesús es que Dios comprende nuestra limitación humana y admite la posibilidad de rectificar nuestras equivocaciones, después de recapacitar.
El peligro que corremos los cristianos es el no vivir nuestra fe con coherencia, y no pasar de las palabras a los hechos. Ya lo dijo Santiago en una de sus Cartas: "Dime cuales sn tus obras y yo te diré cuál es fe".
En el evangelio hemos escuchado las respuestas de dos hijos a un padre que los envía a trabajar. La primera respuesta es, a simple vista, la de "un maleducado", pero que, aunque dice "no quiero", sin embargo, va y cumple la voluntad de su padre poniéndose a trabajar . La respuesta del otro hijo es un "sí" con buenos modales, pero de hecho, es un "no me da la gana", porque aquel hijo no fue a trabajar.
Ser un buen hijo significaba hacer la voluntad del padre. De ahí la pregunta de Jesús: ¿Quien hizo la voluntad del padre?, o lo que es lo mismo¿quien se comportó como buen hijo? pregunta que hizo Jesús a los responsables del pueblo.
El relato evangélico contiene una enseñanza fundamental: que los hechos son los importantes, y no las palabras; el evangelio nos invita que que nuestro sí se refleje en las obras. Pero lo maravillosos del mensaje de Jesús es que Dios comprende nuestra limitación humana y admite la posibilidad de rectificar nuestras equivocaciones, después de recapacitar.
El peligro que corremos los cristianos es el no vivir nuestra fe con coherencia, y no pasar de las palabras a los hechos. Ya lo dijo Santiago en una de sus Cartas: "Dime cuales sn tus obras y yo te diré cuál es fe".