LECTURAS
- Eclesiástico 3,2-6.12-14
- Salmo responsorial 127, 1-5
- Colosenses 3,12-21
- Mt 2,13-15.19-23
La familia formada por Jesús, María
y José es sagrada porque el amor es siempre sagrado, y cuando es verdadero “sabe
a Dios”, porque Dios es amor. Y porque los tres están “consagrados” totalmente
al servicio de la voluntad del Padre.
Dios bendijo la unión entre María y José
al haber elegido esa “familia” como el lugar idóneo para encontrarse con la
humanidad, y en consecuencia, se convierte en “Templo de Dios”, porque el
mismísimo Dios, escondido en el niño recién nacido, forma parte de ellos. Ha sido precisamente
Jesús el que los ha unido.
Cuando todavía estaba fresca la
alegría por la visita de aquellos grandes personajes, los magos de Oriente, que
visitan y adoran al Niño, el ángel comunica a José algo inesperado y
desconcertante: que tienen que marcharse porque el niño estaba en peligro de
muerte. José no titubea y se pone en camino con el Niño y su madre, seguro de
que aquello, lo que Dios disponía, era lo mejor que debía hacer, y cumple lo
que el ángel le ha ordenado. Ya en
Egipto, buscaría trabajo entre gente y cultura extraña, como un emigrante judío
más que busca trabajo. Después de un tiempo, cuando quizá estaban ya instalados
y con todo resuelto, de nuevo el ángel del Señor le indica que vuelva a su
tierra. Cuando llega, José se entera que Arquelao reina en Judea y que es peor
todavía que su padre Herodes. Por eso decide marchar a Nazaret, reiniciando su
vida de siempre, vida de trabajo afanoso e incesante, hecho con esmero. Así
pudo sacar adelante a su familia que, aunque sagrada, no carecía de
dificultades.
¿Qué podemos aprender de esta Fiesta?
La primera lectura, del Eclesiástico, nos
habla del cuarto mandamiento: “honrar padre y madre”. “Honrar” significa el respeto a quienes nos han
dado gratuitamente todo en la vida, Y ese respeto debe permanecer hasta la
muerte de los padres, incluso cuando por la vejez, no sean dueños de sí mismos.
Otro buen consejo, que se deriva de la
2ª lectura, es que cultivemos en las relaciones mutuas los sentimientos y
actitudes positivos. Que en nuestra relación con los otros miembros de la
familia, grupo de amigos, compañeros de trabajo, parroquia, reconozcamos y nos
alegremos de los valores de los demás; que no nos instalemos en la
indiferencia; que cuidemos los detalles en el saludo afectuoso, la acogida
cordial, el servicio sencillo; que cuidemos el gesto del perdón cuando nos han
herido.
Y, en tercer lugar, busquemos en todo,
la voluntad de Dios. José nos da un buen ejemplo de esa disposición interior,
cuando secunda la inspiración interior y vela por la seguridad del niño y la
madre. Quien busca la voluntad de Dios vive para más que para sí mismo, y piensa
en los demás más que en sí mismo.
LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
La familia formada por Jesús, María
y José es sagrada porque el amor es siempre sagrado, y cuando es verdadero “sabe
a Dios”, porque Dios es amor. Y porque los tres están “consagrados” totalmente
al servicio de la voluntad del Padre.
Dios bendijo la unión entre María y José al haber elegido esa “familia” como el lugar idóneo para encontrarse con la humanidad, y en consecuencia, se convierte en “Templo de Dios”, porque el mismísimo Dios, escondido en el niño recién nacido, forma parte de ellos. Ha sido precisamente Jesús el que los ha unido.
Cuando todavía estaba fresca la alegría por la visita de aquellos grandes personajes, los magos de Oriente, que visitan y adoran al Niño, el ángel comunica a José algo inesperado y desconcertante: que tienen que marcharse porque el niño estaba en peligro de muerte. José no titubea y se pone en camino con el Niño y su madre, seguro de que aquello, lo que Dios disponía, era lo mejor que debía hacer, y cumple lo que el ángel le ha ordenado. Ya en Egipto, buscaría trabajo entre gente y cultura extraña, como un emigrante judío más que busca trabajo. Después de un tiempo, cuando quizá estaban ya instalados y con todo resuelto, de nuevo el ángel del Señor le indica que vuelva a su tierra. Cuando llega, José se entera que Arquelao reina en Judea y que es peor todavía que su padre Herodes. Por eso decide marchar a Nazaret, reiniciando su vida de siempre, vida de trabajo afanoso e incesante, hecho con esmero. Así pudo sacar adelante a su familia que, aunque sagrada, no carecía de dificultades.
¿Qué podemos aprender de esta Fiesta?
La primera lectura, del Eclesiástico, nos
habla del cuarto mandamiento: “honrar padre y madre”. “Honrar” significa el respeto a quienes nos han
dado gratuitamente todo en la vida, Y ese respeto debe permanecer hasta la
muerte de los padres, incluso cuando por la vejez, no sean dueños de sí mismos.
Otro buen consejo, que se deriva de la
2ª lectura, es que cultivemos en las relaciones mutuas los sentimientos y
actitudes positivos. Que en nuestra relación con los otros miembros de la
familia, grupo de amigos, compañeros de trabajo, parroquia, reconozcamos y nos
alegremos de los valores de los demás; que no nos instalemos en la
indiferencia; que cuidemos los detalles en el saludo afectuoso, la acogida
cordial, el servicio sencillo; que cuidemos el gesto del perdón cuando nos han
herido.
Y, en tercer lugar, busquemos en todo,
la voluntad de Dios. José nos da un buen ejemplo de esa disposición interior,
cuando secunda la inspiración interior y vela por la seguridad del niño y la
madre. Quien busca la voluntad de Dios vive para más que para sí mismo, y piensa
en los demás más que en sí mismo.

