domingo, 7 de diciembre de 2025

Día 7 diciembre de 2o25. Domingo II de Adviento.

 


LECTURAS

  • Isaías 11,1-10
  • Salmo responsorial  71,1-2.7-8.12-13.17
  • Romanos 15,4-9
  • Mateo 3,1-12


     En los textos bíblicos de hoy, aparecen dos personajes, típicos del tiempo de Adviento: Isaías y Juan Bautista, con un intervalo de tiempo entre uno y otro, en torno a los 700 años. Isaías es el profeta de la esperanza, anunciando el futuro Mesías, quien traerá un nuevo orden social justo, de acuerdo con el proyecto de Dios;  y Juan Bautista, que lo anuncia ya próximo, urge al pueblo a estar preparado para acogerlo, de ahí que al Bautista lo llamemos el “precursor” de Jesús.

    Las palabras de Juan el Bautista mantienen toda su actualidad ya que no es lo mismo vivir cierta religiosidad que una experiencia de encuentro con Dios que transforma la vida hacia el compromiso con el bien y la justicia. Es muy fácil realizar ritos en este tiempo de adviento,  participar de novenas y otros eventos que traen distracción y alegría, pero no significan conversión y cambio. Por eso, el profeta Juan Bautista pone de relieve que el bautismo suyo es de agua, como signo de arrepentimiento, pero el bautismo definitivo es el que traerá Jesús: bautismo en el Espíritu, que da los frutos de una verdadera cosecha, quemando todo lo que no sirve, como se quema la paja. Además, muestra la distancia entre su predicación y la de Jesús, al que reconoce con más autoridad y a quién él no es digno de quitarle las sandalias.

    Este relato nos invita a abrir nuestros corazones a la verdadera conversión, evitando quedarnos en la superficialidad de cambios externos, sin que toquen la profundidad del propio corazón. En este tiempo de adviento, ojalá no nos quedemos solo en el ambiente festivo, sino que revisemos si nuestra forma de vida se corresponde al pesebre, pobre y desprovisto de poder, como nació Jesús, porque solo así, también nosotros podremos ser anunciadores de Jesús como Juan Bautista.

    Estamos acabando el año jubilar como “peregrinos de esperanza”, fundamentados en Jesucristo, “Esperanza que no defrauda”. Pedimos a Jesucristo que, con la fuerza del Espíritu Santo,  nos dé sabiduría para saber tratar a todas las personas, empezando por las más cercanas, de modo que, con nuestra conducta, conversaciones y maneras de ser, transmitamos confianza y paciencia.

    LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

    HOJA DOMINICAL DIOCESANA