LECTURAS
- Isaías 11,1-10
- Salmo responsorial 71,1-2.7-8.12-13.17
- Romanos 15,4-9
- Mateo 3,1-12
En los textos bíblicos de hoy, aparecen
dos personajes, típicos del tiempo de Adviento: Isaías y Juan Bautista, con un
intervalo de tiempo entre uno y otro, en torno a los 700 años. Isaías es el profeta de la esperanza,
anunciando el futuro Mesías, quien traerá un nuevo orden social justo, de
acuerdo con el proyecto de Dios; y Juan
Bautista, que lo anuncia ya próximo, urge al pueblo a estar preparado para
acogerlo, de ahí que al Bautista lo llamemos el “precursor” de Jesús.
Las palabras de Juan el Bautista
mantienen toda su actualidad ya que no es lo mismo vivir cierta religiosidad
que una experiencia de encuentro con Dios que transforma la vida hacia el
compromiso con el bien y la justicia. Es muy fácil realizar ritos en este
tiempo de adviento, participar de
novenas y otros eventos que traen distracción y alegría, pero no
significan conversión y cambio. Por eso, el profeta Juan Bautista pone
de relieve que el bautismo suyo es de agua, como signo de arrepentimiento, pero
el bautismo definitivo es el que traerá Jesús: bautismo en el Espíritu,
que da los frutos de una verdadera cosecha, quemando todo lo que no sirve, como
se quema la paja. Además, muestra
la distancia entre su predicación y la de Jesús, al que reconoce con más
autoridad y a quién él no es digno de quitarle las sandalias.
Este relato nos invita a abrir
nuestros corazones a la verdadera conversión, evitando quedarnos en la
superficialidad de cambios externos, sin que toquen la profundidad del propio
corazón. En este tiempo de adviento, ojalá no nos quedemos solo en el
ambiente festivo, sino que revisemos si nuestra forma de vida se corresponde al
pesebre, pobre y desprovisto de poder, como nació Jesús, porque solo así,
también nosotros podremos ser anunciadores de Jesús como Juan Bautista.
Estamos acabando el año jubilar como “peregrinos
de esperanza”, fundamentados en Jesucristo, “Esperanza que no defrauda”. Pedimos
a Jesucristo que, con la fuerza del Espíritu Santo, nos dé sabiduría para saber tratar a todas las
personas, empezando por las más cercanas, de modo que, con nuestra conducta, conversaciones
y maneras de ser, transmitamos confianza y paciencia.
LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
En los textos bíblicos de hoy, aparecen dos personajes, típicos del tiempo de Adviento: Isaías y Juan Bautista, con un intervalo de tiempo entre uno y otro, en torno a los 700 años. Isaías es el profeta de la esperanza, anunciando el futuro Mesías, quien traerá un nuevo orden social justo, de acuerdo con el proyecto de Dios; y Juan Bautista, que lo anuncia ya próximo, urge al pueblo a estar preparado para acogerlo, de ahí que al Bautista lo llamemos el “precursor” de Jesús.
Las palabras de Juan el Bautista mantienen toda su actualidad ya que no es lo mismo vivir cierta religiosidad que una experiencia de encuentro con Dios que transforma la vida hacia el compromiso con el bien y la justicia. Es muy fácil realizar ritos en este tiempo de adviento, participar de novenas y otros eventos que traen distracción y alegría, pero no significan conversión y cambio. Por eso, el profeta Juan Bautista pone de relieve que el bautismo suyo es de agua, como signo de arrepentimiento, pero el bautismo definitivo es el que traerá Jesús: bautismo en el Espíritu, que da los frutos de una verdadera cosecha, quemando todo lo que no sirve, como se quema la paja. Además, muestra la distancia entre su predicación y la de Jesús, al que reconoce con más autoridad y a quién él no es digno de quitarle las sandalias.
Este relato nos invita a abrir nuestros corazones a la verdadera conversión, evitando quedarnos en la superficialidad de cambios externos, sin que toquen la profundidad del propio corazón. En este tiempo de adviento, ojalá no nos quedemos solo en el ambiente festivo, sino que revisemos si nuestra forma de vida se corresponde al pesebre, pobre y desprovisto de poder, como nació Jesús, porque solo así, también nosotros podremos ser anunciadores de Jesús como Juan Bautista.
Estamos acabando el año jubilar como “peregrinos
de esperanza”, fundamentados en Jesucristo, “Esperanza que no defrauda”. Pedimos
a Jesucristo que, con la fuerza del Espíritu Santo, nos dé sabiduría para saber tratar a todas las
personas, empezando por las más cercanas, de modo que, con nuestra conducta, conversaciones
y maneras de ser, transmitamos confianza y paciencia.
LECTIO DIVINA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
