LECTURAS
Isaías 35,4-7a
Salmo responsorial 145, 7.8-9a.9bc-10
Santiago 2,1-5
Marcos 7,31-37
- “¡Éffeta! palabra aramea (lengua de Jesús), que significa “ábrete”, es la palabra clave en el evangelio de hoy. Podemos identificarla con el verbo “escuchar”, que es algo más que oír, y tiene una dimensión humana y espiritual muy importante. Aprendiendo a escuchar la Palabra de Dios, aprendemos también a escucharnos los unos a los otros, y así dialogar y entendernos. Dialogar es una necesidad que tenemos cada persona y también la sociedad, especialmente en estos tiempos en que vamos hasta por la calle pendientes del móvil y ausentes de los demás. Por eso, los cristianos en la medida en que aprendamos a escuchar la Palabra de Dios, aprenderemos a dialogar y ser mejores ciudadanos.
- El sordomudo del evangelio de hoy es una figura representativa de nuestra cerrazón mental como discípulos de Jesús. Muchísimos bautizados nunca han oído la Palabra de Dios; de hecho, a muchos no les suena el evangelio; y muchos bautizados cuando asisten a la misa o a una celebración sacramental, no prestan atención a la Palabra que se proclama, sino que están distraídos de mil maneras: pendientes del móvil, algunos charlando con el vecino; cuando se trata de una boda, más pendientes del coro que canta, o haciendo comentarios sobre los novios u otras cuestiones; y cuántas veces pendientes del reloj porque aquello parece que no acaba nunca.
- Nuestro mundo, y especialmente nuestras sociedades occidentales se están haciendo sordas a Dios. Hoy Jesús nos diría: “¡Éffeta Europa! ¡Ábrete Occidente! No conseguimos oír a Dios, porque nos dejamos arrastrar por la cultura de la superficialidad, del ruido, de las prisas; incluso somos sordomudos ante la vida: no apreciamos el misterio de la vida, se hacen leyes para eliminar la vida, se trafica con la vida humana, se deja que el mar se trague muchas vidas humanas; el horror de las guerras que llenan buena parte de los telediarios y noticias de prensa, las seguimos como si se tratara de un espectáculo, pensamos que eso nos queda lejano. ¿Cómo vamos a percibir la presencia de Dios si vivimos fuera de nosotros, incapaces de entrar en nuestro interior? Ya lo dijo San Agustín de sí mismo: “Señor, yo te buscaba por las afueras, y tú estabas dentro de mí, porque tú eres más interior a mí que yo mismo”.
- La curación del sordomudo nos invita a dejar que Jesús siga realizando en cada uno de nosotros su gesto liberador, que lo hace por medio de su Palabra y por medio de los sacramentos de la Iglesia, signos y acciones visibles en los que actúa Dios de manera invisible, dándonos vida ahora, y ayudándonos a caminar hacia la vida en Dios.