Día 28 enero de 2024. Domingo IV del Tiempo Ordinario.
LECTURAS
- Deuteronomio 18,15-20
- Salmo responsorial 94, 1-2.6-7.8-9
- 1 Corintios 7,32-35
- Marcos 1,21-28
La gente es
testigo y valora que Jesús no solo tiene una forma original de hablar, sino que
también tiene poder sobre los espíritus malignos.
De esta manera
el evangelio indica quién es Jesús: es el Mesías que enseña y cura, que trae
una nueva interpretación de la ley y expulsa demonios. Es el auténtico profeta
creíble del que habla la lectura del Deuteronomio que hemos escuchado, y, por
tanto, Jesús es el auténtico mediador entre Dios y los seres humanos. No es de
extrañar lo que dice la última línea del evangelio:” su fama se extendió
enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea”.
¿Quién era
el hombre endemoniado de la sinagoga que se puso a gritar? Representa todo
aquello que oprime y despersonaliza al ser humano, y que impide crecer como
auténtica persona. La cultura de aquel tiempo atribuía con frecuencia las
enfermedades psíquicas y físicas al influjo de alguna fuerza misteriosa diabólica
(que llamaban” espíritu inmundo” o “endemoniado".
¿Quién es hoy
entre nosotros el ser humano poseído por un “espíritu inmundo”?
Podemos ser
hombres y mujeres que vivimos enganchados en mil formas de esclavitud. Hombres y
mujeres manipulados por las ideologías, por el consumismo desenfrenado; hombres
y mujeres que entienden por libertad hacer lo que les viene en gana, disponer
de su cuerpo y su dinero como les plazca; o personas cuyo objetivo en la vida
es el poder político o económico, y por ello actúan solo en función de sus
intereses porque el bien común no
cuenta para ellos.
Vivimos
inmersos en la cultura del consumo, del espectáculo, de las apariencias y del “yo
hago con mi vida lo que quiero” que, en el fondo, deja un gran vacío en nuestro
corazón, y esto se aprecia en el sinsentido de la vida y un aburrimiento de
muchísimas personas que, en bastantes ocasiones acaban en el suicidio,
violencia, desestructuración familiar, actos terroristas.
Por contra,
Jesús nos ofrece un camino de liberación, de esperanza y de alegría, como
escuchamos el domingo pasado: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed
en el Evangelio”. A esta llamada de Jesús muchos respondemos con la
indiferencia, pues cuántos cristianos pasan de Jesús. No dejamos que Dios nos
cultive con su Palabra y con la Eucaristía; cuántos pasan de la familia
cristiana, cuántos pasan de celebrar la Eucaristía dominical; cuántos no
escuchan la Palabra del Señor y no se dejan ayudar de posibles profetas que hay
en medio de nosotros, que con su vida y testimonio nos están manifestando lo
que Dios quiere para toda persona.
LECTIO DIVINA DESDE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
La gente es
testigo y valora que Jesús no solo tiene una forma original de hablar, sino que
también tiene poder sobre los espíritus malignos.
De esta manera
el evangelio indica quién es Jesús: es el Mesías que enseña y cura, que trae
una nueva interpretación de la ley y expulsa demonios. Es el auténtico profeta
creíble del que habla la lectura del Deuteronomio que hemos escuchado, y, por
tanto, Jesús es el auténtico mediador entre Dios y los seres humanos. No es de
extrañar lo que dice la última línea del evangelio:” su fama se extendió
enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea”.
¿Quién era el hombre endemoniado de la sinagoga que se puso a gritar? Representa todo aquello que oprime y despersonaliza al ser humano, y que impide crecer como auténtica persona. La cultura de aquel tiempo atribuía con frecuencia las enfermedades psíquicas y físicas al influjo de alguna fuerza misteriosa diabólica (que llamaban” espíritu inmundo” o “endemoniado".
¿Quién es hoy
entre nosotros el ser humano poseído por un “espíritu inmundo”?
Podemos ser hombres y mujeres que vivimos enganchados en mil formas de esclavitud. Hombres y mujeres manipulados por las ideologías, por el consumismo desenfrenado; hombres y mujeres que entienden por libertad hacer lo que les viene en gana, disponer de su cuerpo y su dinero como les plazca; o personas cuyo objetivo en la vida es el poder político o económico, y por ello actúan solo en función de sus intereses porque el bien común no cuenta para ellos.
Vivimos
inmersos en la cultura del consumo, del espectáculo, de las apariencias y del “yo
hago con mi vida lo que quiero” que, en el fondo, deja un gran vacío en nuestro
corazón, y esto se aprecia en el sinsentido de la vida y un aburrimiento de
muchísimas personas que, en bastantes ocasiones acaban en el suicidio,
violencia, desestructuración familiar, actos terroristas.
Por contra,
Jesús nos ofrece un camino de liberación, de esperanza y de alegría, como
escuchamos el domingo pasado: “El Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed
en el Evangelio”. A esta llamada de Jesús muchos respondemos con la
indiferencia, pues cuántos cristianos pasan de Jesús. No dejamos que Dios nos
cultive con su Palabra y con la Eucaristía; cuántos pasan de la familia
cristiana, cuántos pasan de celebrar la Eucaristía dominical; cuántos no
escuchan la Palabra del Señor y no se dejan ayudar de posibles profetas que hay
en medio de nosotros, que con su vida y testimonio nos están manifestando lo
que Dios quiere para toda persona.
LECTIO DIVINA DESDE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA
Con el lema «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad» se celebra la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que coincide cada año con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero. Esta Jornada recuerda el don para la Iglesia y para el mundo de las personas consagradas «en su riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario»,