Hoy, día de la Virgen del Carmen, le pedimos a ella, nuestra Madre, que dejemos que la Palabra de Dios cale gota a gota en nuestra vida, de modo que el mensaje de Jesús nos empape totalmente y demos los frutos que Dios espera, y como María digamos: “Hágase en mí según tu palabra”.
LECTURAS
- Isaías (55,10-11)
- Sal 64,10.11.12-13.14
- Romanos (8,18-23)
- Mateo (13,1-23)
La semilla es el mismo Dios, que es la
Vida. Y Dios derrama su semilla, su Vida, sobre todo hombre y mujer; eso indica
la expresión de “sembrar a voleo”. Dios no se nos da como un producto elaborado
sino como semilla que cada uno tiene que dejar fructificar porque no somos “robots”
ni “autómatas”, sino personas libres, y desde nuestra libertad debemos
responder; de ahí la importancia de nuestras actitudes.
Y Dios siembra, no solo con la palabra
que leemos en el Evangelio, sino de muchas otras maneras, y va sembrando
también en los que no son cristianos, de modo que todos, desde nuestra conciencia, debemos
responder, porque hay circunstancias, personas, que aparecen en nuestra vida, a través de las cuales Dios
nos está hablando o diciendo algo, y espera una respuesta; y por tanto, dar fruto sería dar sentido a la
propia existencia y no impedir o
entorpecer la marcha de la creación hacia su objetivo, consistente en
encontrarnos con Dios y participar de su Vida en plenitud.
El fruto qué espera Dios es el
cambio de mentalidad del que escucha, y que debe llevarnos a superar el
individualismo, a tener una manera nueva de relacionarse con Dios, consigo
mismo, con los demás y con la naturaleza. Es necesario preguntarnos: ¿qué tipo de
tierra soy? ¿escucho verdaderamente lo que me dice Jesucristo? Corremos el
riesgo de quedarnos con lo que nos gusta del Evangelio, y dejar de lado todo
aquello que implica exigencias y compromiso.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA SAN ISIDRO DE ALMANSA
La semilla es el mismo Dios, que es la
Vida. Y Dios derrama su semilla, su Vida, sobre todo hombre y mujer; eso indica
la expresión de “sembrar a voleo”. Dios no se nos da como un producto elaborado
sino como semilla que cada uno tiene que dejar fructificar porque no somos “robots”
ni “autómatas”, sino personas libres, y desde nuestra libertad debemos
responder; de ahí la importancia de nuestras actitudes.
Y Dios siembra, no solo con la palabra
que leemos en el Evangelio, sino de muchas otras maneras, y va sembrando
también en los que no son cristianos, de modo que todos, desde nuestra conciencia, debemos
responder, porque hay circunstancias, personas, que aparecen en nuestra vida, a través de las cuales Dios
nos está hablando o diciendo algo, y espera una respuesta; y por tanto, dar fruto sería dar sentido a la
propia existencia y no impedir o
entorpecer la marcha de la creación hacia su objetivo, consistente en
encontrarnos con Dios y participar de su Vida en plenitud.