LECTURAS
- Éxodo 17,3-7
- Salmo responsorial 94,1-2.6-7.8-9
- Romanos 5,1-2.5-8
- Juan 4,5-42
Todos los hombres y mujeres tenemos sed; la sed simboliza el deseo más
profundo de nuestro corazón: tenemos sed de algo más que de agua, sed de verdad,
de amor, de sentido de la vida. Todos llevamos un gran deseo, y buscamos
siempre la manera de satisfacer nuestro deseo. Por desgracia nos conformamos con poco, y nos parece que rodeándonos de
cosas llenaremos tantos vacíos y seremos felices. Y así nos ocurre que, como la
samaritana, hay que estar todos los días repitiendo lo mismo, porque el agua de
las cosas materiales no sacia. Por eso Jesús dice a la samaritana y a todos
nosotros: “el que bebe de esta agua vuelve a tener sed, pero el que beba del
agua que yo le daré nunca más tendrá sed”.
La samaritana, al final reacciona positivamente, pidiendo: “dame de esa
agua”. En esta petición aparece un profundo deseo de vida; es como si dijera
“dame de esa paz y sosiego que busco siempre”. La palabra de Jesús ha tocado el
corazón de aquella mujer. Y Jesús aún va más al fondo, y le hace tocar la realidad, al decirle:
“Anda, busca a tu marido y vuelve”. La mujer indica que no tiene marido. Y
Jesús le revela: “tienes razón, que no tienes marido: has tenido cinco y el de ahora
no es tu marido”. La mujer ve que este extranjero al que no había visto nunca,
parece conocerla a fondo: sus vacíos, sus frustraciones, sus amores sucesivos. El
vacío de su vida queda simbolizado en el cántaro, que “dejándolo, corrió a la
ciudad y dijo a la gente: venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que
he hecho”.
Los samaritanos de Sicar creen en lo que dice la mujer, pero no se
conforman y van al encuentro de Jesús al que escuchan. Por tanto, el testimonio
de la mujer que les habla de Jesús, los lleva a encontrarse con él y creen en
él de forma personal.
Este evangelio nos habla del proceso de la fe: la samaritana pasa de la búsqueda de unas necesidades materiales, el
agua que busca cada día, a una búsqueda más profunda como es pasar de percibir
a Jesús como un judío, un simple hombre, al reconocimiento de Jesús como
profeta y Mesías. Sorprendida, deja el cántaro, y va anunciar lo que ha visto
en Jesús, contagiando de su fe a sus paisanos, quienes terminan creyendo en
Jesús como el Salvador del mundo. Han pasado de una fe
recibida, externa, por el anuncio de la mujer, a una fe personalizada y existencial, una fe que
da sentido a la vida.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
La samaritana, al final reacciona positivamente, pidiendo: “dame de esa agua”. En esta petición aparece un profundo deseo de vida; es como si dijera “dame de esa paz y sosiego que busco siempre”. La palabra de Jesús ha tocado el corazón de aquella mujer. Y Jesús aún va más al fondo, y le hace tocar la realidad, al decirle: “Anda, busca a tu marido y vuelve”. La mujer indica que no tiene marido. Y Jesús le revela: “tienes razón, que no tienes marido: has tenido cinco y el de ahora no es tu marido”. La mujer ve que este extranjero al que no había visto nunca, parece conocerla a fondo: sus vacíos, sus frustraciones, sus amores sucesivos. El vacío de su vida queda simbolizado en el cántaro, que “dejándolo, corrió a la ciudad y dijo a la gente: venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho”.
Los samaritanos de Sicar creen en lo que dice la mujer, pero no se
conforman y van al encuentro de Jesús al que escuchan. Por tanto, el testimonio
de la mujer que les habla de Jesús, los lleva a encontrarse con él y creen en
él de forma personal.
Este evangelio nos habla del proceso de la fe: la samaritana pasa de la búsqueda de unas necesidades materiales, el agua que busca cada día, a una búsqueda más profunda como es pasar de percibir a Jesús como un judío, un simple hombre, al reconocimiento de Jesús como profeta y Mesías. Sorprendida, deja el cántaro, y va anunciar lo que ha visto en Jesús, contagiando de su fe a sus paisanos, quienes terminan creyendo en Jesús como el Salvador del mundo. Han pasado de una fe recibida, externa, por el anuncio de la mujer, a una fe personalizada y existencial, una fe que da sentido a la vida.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA