LECTURAS
- Éxodo 37,12-14
- Salmo responsorial
- Romanos 8,8-11
- Juan 11,1-45
El evangelio refleja cómo Jesús se conmueve
por las lágrimas de Marta y María que lloran la muerte del hermano Lázaro. Jesús había mostrado su poder curando
ciegos, leprosos, sordos y mudos, dando de comer a una multitud, expulsando el
mal de las personas, pero con el gesto de resucitar a Lázaro, Jesús rompe todas
las barreras: Lázaro recobra la vida, y
con este gesto, se convierte en una prefiguración de nuestra resurrección
futura como indica Jesús: “el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, y el
que está vivo y cree en mí no morirá para siempre”.
Las hermanas de Lázaro le habían
enviado aviso de la grave enfermedad de Lázaro; no llaman a Jesús para que lo resucite,
pues nadie piensa en la posibilidad de devolverle a la vida. Lo que sí muestra
Marta es una queja:” si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto”.
Jesús encuentra una familia amiga que
llora la muerte del hermano; un gran número de judíos que han venido a saludar,
consolar, acompañar y manifestar el dolor por aquella perdida, como hacemos
nosotros cuando muere alguien de los nuestros. Jesús, ante aquellas hermanas,
rotas por la muerte del hermano, empieza por consolar y aliviar el dolor, el
mismo Jesús se conmueve y llora por la muerte del amigo Lázaro. Pero Jesús da
un paso más, revelándose como dueño absoluto de la vida y de la muerte, enseñando
la existencia de otra vida de la que él mismo es el origen y la clave para
poseerla, y lo muestra resucitando a Lázaro: “Lázaro, sal fuera”, grita Jesús. Este signo es anticipo de la resurrección
de Jesús, que ocurrirá pocos días después, y al mismo tiempo, según la promesa
de Jesús, anticipo de la resurrección de los que creemos en Jesucristo, como dice San
Pablo en la segunda lectura: el cristiano es quien ha recibido el Espíritu de
Dios y por Él la vida.
Lázaro es un personaje simbólico que nos representa
en nuestra condición de criaturas limitadas pero, por revelación de Jesús,
llamados a participar de la vida de Dios.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
HOJA DOMINICAL DIOCESANA
CHARLA CUARESMAL
Martes, 28 de marzo, a las 20,00h
Perdón y Sacramento de la Reconciliación
CELEBRACIÓN COMUNITARIA DE LA PENITENCIA
Martes, 4 de abril, a las 20,00h
El evangelio refleja cómo Jesús se conmueve por las lágrimas de Marta y María que lloran la muerte del hermano Lázaro. Jesús había mostrado su poder curando ciegos, leprosos, sordos y mudos, dando de comer a una multitud, expulsando el mal de las personas, pero con el gesto de resucitar a Lázaro, Jesús rompe todas las barreras: Lázaro recobra la vida, y con este gesto, se convierte en una prefiguración de nuestra resurrección futura como indica Jesús: “el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre”.
Las hermanas de Lázaro le habían enviado aviso de la grave enfermedad de Lázaro; no llaman a Jesús para que lo resucite, pues nadie piensa en la posibilidad de devolverle a la vida. Lo que sí muestra Marta es una queja:” si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto”.
Jesús encuentra una familia amiga que llora la muerte del hermano; un gran número de judíos que han venido a saludar, consolar, acompañar y manifestar el dolor por aquella perdida, como hacemos nosotros cuando muere alguien de los nuestros. Jesús, ante aquellas hermanas, rotas por la muerte del hermano, empieza por consolar y aliviar el dolor, el mismo Jesús se conmueve y llora por la muerte del amigo Lázaro. Pero Jesús da un paso más, revelándose como dueño absoluto de la vida y de la muerte, enseñando la existencia de otra vida de la que él mismo es el origen y la clave para poseerla, y lo muestra resucitando a Lázaro: “Lázaro, sal fuera”, grita Jesús. Este signo es anticipo de la resurrección de Jesús, que ocurrirá pocos días después, y al mismo tiempo, según la promesa de Jesús, anticipo de la resurrección de los que creemos en Jesucristo, como dice San Pablo en la segunda lectura: el cristiano es quien ha recibido el Espíritu de Dios y por Él la vida.
Lázaro es un personaje simbólico que nos representa en nuestra condición de criaturas limitadas pero, por revelación de Jesús, llamados a participar de la vida de Dios.