lunes, 30 de enero de 2023

Día 29 enero de 2023. Domingo IV del Tiempo Ordinario.

 LECTURAS

  • Sofonías 2,3;3,12-13
  • Salmo responsorial
  • 1 Cor 1,26-32
  • Mateo 5,1-12

Todo ser humano busca para sí y para los suyos ser felices y, en consecuencia, se toman diversos caminos, para llegar a conseguirlo. Ser feliz lo relacionamos con “vivir bien”. Los medios de comunicación social nos suelen dar claves, fórmulas, para llegar a vivir bien. También Dios quiere que seamos felices, y para ello nos hace propuestas que, muchas veces, chocan o contrastan con lo que nos propone nuestra sociedad.

Así, Dios nos propone la opción de vivir desde la bondad para llegar a ser pacíficos, honrados, misericordiosos, sinceros de corazón. Pero, sobre todo, nos ofrece el ejemplo de su propio hijo Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien, liberando del mal, amando hasta el extremo de dar su vida en favor de toda la humanidad. El sueño de Jesús no es la salvación de solo los perfectos, sino la plenitud de la humanidad; y esa tarea, que él inició, es la que debemos continuar aquellos que nos llamamos cristianos. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué significa para mí creer en Jesús.

En realidad, lo que quiere decir Jesús con las bienaventuranzas es que todos seríamos mucho más felices si tratáramos de desarrollar más lo humano en vez de estar obsesionados con rodearnos de tantas necesidades materiales superfluas. Jesús entiende la pobreza no en que seamos míseros, sino pensar en lo que podemos hacer cada día por los que nos necesitan, aunque nos cueste algo y que se puede resumir en dos actitudes: no ser cómplices de situaciones de injustica, y compartir lo que tenemos, usando las distintas vías que nos ofrecen garantía: Cáritas, Manos Unidas, Infancia Misionera, Domund, y otras ONGs, sean cristianas o no, pero que nos ofrezcan garantía de trabajar en favor de los pobres y contra las situaciones de pobreza.


LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA


         HOJA DOMINICAL DIOCESANA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 





domingo, 22 de enero de 2023

Día 22 enero de 2023. Domingo 3º del Tiempo Ordinario.





LECTURAS

  • Isaías 8,23b-9,3
  • Salmo responsorial 
  • 1 Corintios 1,10-13.17
  • Mateo 4,12-23



      El “Reino de Dios” o “Reino de los cielos” es el núcleo de la predicación de Jesús.  Lo contrario del Reino de Dios no es el reino de Herodes o del emperador de Roma sino el “ego-ismo”. Si no reina  amor no hay Reino de Dios; en Jesús encontramos la fiel manifestación del dicho reino. Cuando decimos que Dios reina no hablamos de un señor que impone su dominio o voluntad, lo mismo que cuando decimos que reina la paz, o reina el terror en un lugar, no estamos diciendo que hay seres extraños que dominan la realidad, sino que pensamos en un ámbito en el que se desarrolla algo como es el amor o la maldad, fruto de la decisión de los seres humanos.  Del mismo nodo, al decir “reinado de Dios”, no se quiere decir que Dios está al margen, y que decide establecer nueva relación con los seres humanos. Significa que el ser humano desarrolla lo que tiene de espiritual y de divino que Dios ha puesto en el que viene a la vida, siendo Dios siempre el sostén y fundamento de la misma. Jesús nos ayuda a tomar conciencia de esa realidad de Dios que inunda todo nuestro ser.  Por eso, Jesús decía: “El Reino de Dios no está aquí, ni está allí, sino que está dentro de vosotros”. 

     El final del Evangelio presenta a Jesús que invita a dos parejas de hermanos pescadores a seguirle: “venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. ¿Por qué pescadores de hombres? Esta expresión significa que son llamados a cuidar de la vida de los otros. La reacción de estos hermanos fue “inmediata”: dejaron las redes y le siguieron acogiendo la invitación de Jesús; abandonaron su modo de vida; por tanto, se operó en ellos una conversión que los llevó a estar, convivir con Jesús y dedicarse a la actividad que Jesús les propone. Se convierten en discípulos porque han encontrado alguien con quien merece la pena compartir la vida.

   También nosotros, que hemos recibido el bautismo, somos llamados a seguir a Jesús, esto es, escuchar su voz, poniendo toda nuestra confianza en él, abrirnos a su luz y amor, que llene nuestro corazón de su presencia.



LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA

 



domingo, 15 de enero de 2023

Día 15. Domingo 2º del Tiempo Ordinario.

 



LECTURAS

  • Isaías 49,3.5-6
  • Salmo responsorial 39,2.4ab.7-8a.8b-9.10
  • 1 Corintios 1,1-3
  • Juan 1,29-34

       Al presentar el Bautista a Jesús diciendo  que es el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, está indicando que arranca el pecado allí donde está instalado, como  en las estructuras de la sociedad  y en el interior de nuestros corazones. 
       Pero ¿qué es el pecado del mundo? En el evangelio de Jn, el “pecado del mundo” tiene un significado muy preciso: es la mentalidad opuesta al proyecto de Dios, y que se manifiesta en la opresión que ejerce un ser humano sobre otro y que le impide desarrollarse como persona; por tanto, siempre que hay pecado hay opresor y víctima.
       Así pues, el pecado es todo lo que amenaza la vida dentro y fuera de nosotros, cuyos frutos son los cientos de millones de personas forzadas a vivir en la miseria y el hambre a causa de una injusta  distribución de la riqueza, resultado de la avaricia de multinacionales y países poderosos, el comercio de armas, que favorece las guerras en tantos puntos de la tierra, el tráfico de drogas que esclaviza  y deshumaniza a millones de personas, especialmente jóvenes, las escaladas de violencia terrorista por motivos económico, políticos o religiosos, las leyes que deterioran la vida humana, y más, las que están puestas para suprimirla como es el caso del aborto, el drama de los  refugiados  por motivos políticos y religiosos y de los inmigrantes que buscan mejor vida. 

     Pero también, es pecado del mundo nuestras hostilidades, que hacen difíciles las relaciones humanas, las relaciones familiares, nuestras pequeñas o grandes ambiciones, que nos hacen mirar a los demás por encima del hombro porque no los aceptamos o consideramos enemigos, y en vez de vivir relaciones de comunión y colaboración vivimos actitudes de desconfianza, distancia, indiferencia, incluso rencor y odio. El pecado del mundo es, ante todo, ausencia de amor e indiferencia ante las otras personas, con nombres y apellidos.
    Juan Bautista dice que Jesús “quita” el pecado. Pero ¿cómo lo “quita”? Jesús lo quita escogiendo el camino del servicio, de la humildad, de la entrega total hasta la muerte. Esa actitud anula toda forma de dominio, y así abrió el camino de la salvación, ayudando a los oprimidos a salir de la opresión. Ese es el camino para ser auténticamente humano.

     Jesús nos libra del pecado siendo una luz para que no tropecemos en las trampas de la vida. Los seres humanos somos propensos a equivocarnos, a tropezar, y Jesús nos presta su luz para mostrarnos el camino.  Así, Jesús nos abre el camino contra el pecado, y esto significa que seguir a Jesús es no sólo dejar de causar sufrimiento a otros sino ofrecer cauces para liberar al que sufre. Jesús nos enseña que sufrir la injusticia es más humano que cometerla, por eso, prefirió que lo mataran antes que imponerse a los demás.


LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA




 



 






Día 8 enero de 2023. Domingo del Bautismo del Señor.

 

LECTURAS

  • Isaías 42, 1-4.6-7
  • Salmo responsorial  28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10
  • Hechos 10,34-38
  • Mateo 3, 12-17

El bautismo de Jesús no es solo la crónica de un hecho. Lo narran los evangelios sinópticos y en Hechos de los Apóstoles se alude varias veces a él.  Juan, por su parte, lo cita como un hecho conocido, lo que indica que fue tenido por un hecho fundamental en Jesús.

 Mateo dice que “apenas se bautizó Jesús, salió del agua, se abrieron los cielos, y que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba en él y una voz del cielo decía: “este es mi Hijo, en quien me complazco”. Con esta frase el evangelista está diciendo que, después del bautismo, Jesús vio claro lo que Dios Padre esperaba de él,  de ahí que repita constantemente que su misión es hacer la voluntad del Padre. Y el mensaje de Jesús consiste en invitar a todos los hombres y mujeres a tener la misma experiencia de Dios que él tuvo; esta es la meta de todo ser humano como propuso al fariseo Nicodemo: “hay que nacer de nuevo, hay que nacer del agua y del Espíritu”.

Por el bautismo nacemos  del Espíritu como dijo Jesús. Fuimos bautizados, pero demasiado niños para valorar lo que eso significaba; incluso recibimos la Confirmación,  y seguramente tampoco llegamos a saborear la unión con Dios, porque nos falta interioridad, somos todavía excesivamente carnales, y por tanto inmaduros.

El bautismo y la confirmación nos conectan con Dios; estos sacramentos son, por poner un ejemplo, como la corriente eléctrica en nuestra casa: para que la corriente entre y alumbre, se necesita conectar el interruptor, lo que permite que la corriente realice su función; en la vida cristiana la fuerza del Espíritu de Dios nos llega por la Palabra de Dios, escuchada e interiorizad, por los sacramentos celebrados con fe; pero con frecuencia,  nos limitamos al rito material y nos falta interioridad y fe.

Hoy, en la fiesta del Bautismo del Señor es buena ocasión para reafirmar nuestra fe, poner en práctica nuestra identidad cristiana, y que  nuestra vida refleje que estamos con Jesús; que él es el Hijo predilecto, y nosotros hijos de Dios en el Hijo Jesucristo, y por ello lo escuchamos y nos dejamos impulsar por el mismo Espíritu que impulsó a Jesús, madurando en nuestro caminar de cada día hasta que lleguemos a la meta dónde el mismo Jesús se nos manifestará y entonces  nuestra humanidad llegará a su desarrollo máximo, entonces seremos semejantes a Jesucristo  y lo veremos tal cual es.


LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUIA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA

HOJA DOMINICAL DIOCESANA