LECTURAS
- Números 6, 22-27
- Salmo responsorial 66, 2-3.5.6.8
- Gálatas 4,4-7
- Lucas 2,16-21
- Números 6, 22-27
- Salmo responsorial 66, 2-3.5.6.8
- Gálatas 4,4-7
- Lucas 2,16-21
En domingos anteriores se destacó la figura de Juan Bautista. Hoy entra en escena José, el esposo de María y padre legal de Jesús. El evangelio de hoy nos presenta el “adviento” peculiar y bastante ajetreado que le tocó vivir a José.
Como relata el evangelio, José ya estaba comprometido oficialmente con María, lo que era parte del rito antes de vivir juntos. José, seguro que esperaba con gran ilusión dar entrada a María en su casa y vivir felizmente juntos como esposos. Pero un buen día se encuentra con la sorpresa del estado de María, que espera un hijo. José no entiende nada. Pero José tiene dos cosas claras: que la criatura que María lleva en su vientre no es cosa suya; y que la mirada de María es limpia. Pero la evidencia, el embarazo, choca con la inocencia de María.
El evangelio señala
que José era un hombre “justo”. En la Biblia, se llama “justo” al que cumple la
voluntad de Dios. Por eso precisamente, José no se queda con una primera
impresión, sino que trata de tomar una resolución.
José intuye que hay un misterio detrás de aquella situación enigmática, y considera a María y a la criatura en gestación como un misterio del cual no se siente llamado a participar, de ahí, que decida apartarse, y por ello “repudiar a María en secreto”. Esta es la decisión que le parece más justa.
De san José
aprendemos a no buscar el interés personal a toda costa, visto desde nuestras
emociones, pues éstas son pasajeras y pueden ser una trampa al hacernos parecer
que todo lo tenemos claro, cuando no es así.
El discernimiento
que hace José nos enseña que la voluntad de Dios es siempre buena para mí y
para los que me rodean. Que distintas serían las relaciones familiares, la de los
esposos y la de éstos con los hijos, si se supiera discernir.
En el caso de
José, después de un tiempo de tensión y sufrimiento, llega a ver luz, y descubre su particular vocación, por la cual acepta
una misión que no estaba entre sus
planes iniciales: acoger a María
como esposa y al niño que va a nacer como hijo, ejerciendo de buen esposo y de
bue padre: custodio de la madre y del hijo, darle el nombre a éste y ejercer de
padre legal, introduciéndolo así en la descendencia de David, como anunciaron los profetas.
Dios le complicó
la vida a José, pero lo hizo más grande de lo que él había sospechado. También
a nosotros, a veces, Dios nos complica la vida, cuando nos llama a una misión
más valiosa que, de aceptarla, nos hará bien a nosotros y a los que nos rodean.
LECTIO DIVINA DESDE LA PARROQUA DE SAN ISIDRO DE ALMANSA
Juan
Bautista grita diciendo: “Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos”.
La palabra “conversión” (“metanoia”) significa “cambio de mentalidad”; en lenguaje
bíblico es cambiar de rumbo en la vida. La conversión es llamada a una renovación
profunda de nuestra vida: de nuestras actitudes,
comportamientos, manera de vivir nuestras relaciones. Pero para rectificar es
preciso descubrir y reconocer que me he equivocado. Y tras hacer un
discernimiento descubriendo qué es lo mejor para mí, actuar en consecuencia.
Esto es la conversión.
Y la razón de esta llamada a la conversión es “porque está cerca el Reino de los cielos”, que es la persona de Jesús, Dios hecho hombre, nacido en Belén.
Con Jesús ha aparecido el Reino de Dios, pero el mundo lo ignoramos; seguimos sumergidos en nuestras contradicciones, liquidando la justicia, la paz, sembrando la muerte y destrucción de las personas y también de la “casa común” como es la naturaleza. Y por ello, la insistencia e invitación de Juan: “Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos”, palabras que escuchadas en este tiempo de Adviento es como si nos dijera: Mirad que el Señor viene de nuevo, y necesitamos abandonar los caminos ambiguos, quitar los obstáculos que impiden la llegada de Dios a nuestra vida y sociedad, que no bloqueemos las puertas de nuestro corazón.
Al decirnos
el evangelio cómo vestía y qué comía Juan nos está diciendo que también nosotros podemos prescindir de
muchas cosas superfluas que nos ofrece de manera desmedida la sociedad de
consumo, y busquemos lo único necesario para vivir.
Juan
dirigiéndose a los fariseos y saduceos (representantes del poder político y
religioso), les llama “camada de víboras”, es decir, agentes de muerte. ¿Qué
nos diría hoy Juan Bautista a cada uno de nosotros?
Y refiriéndose a Jesús, dice unas palabras preciosas: “Yo bautizo en agua (como si dijera que eso no basta), …pero el que viene detrás de mí, puede más que yo…Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Es decir, él traerá la fuerza de la Vida y el Amor... Él es el Mesías que viene a salvar a todos los pueblos y a todos aquellos que se abren a su presencia.