sábado, 19 de febrero de 2022

Día 20 febrero de 2022. Domingo 7º del Tiempo Ordinario.



 

LECFURAS

  • 1 Samuel 26,2.7-9.12-13.22-23
  • Salmo responsorial 102, 
  • 1 Corintios 15,45-49
  • Lucas 8,27-38

 Hoy,  la Palabra de Dios  nos habla  del  “perdón”. En el evangelio, continuación de las “bienaventuranzas” del domingo pasado, Jesús  pide lo que parece  humanamente imposible: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian…”, propuesta que resulta difícil de entender y nada fácil de poner en práctica como sabemos por experiencia.

  El perdón no significa  olvido, ni conformismo, ni  resignación. Tampoco es una decisión de la voluntad que lo arregla todo rápidamente, porque nadie puede tener simpatía hacia alguien que le está haciendo daño.

El perdón como lo entiende  y propone Jesús sólo se puede comprender si nos reconocemos  hijos de Dios, y si actuamos  como Dios hace con cada uno de nosotros, que nos perdona siempre, no porque seamos buenos nosotros,  sino porque Él  es bueno.

En los evangelios observaremos cómo el perdón es una constante en el mensaje y  práctica  de Jesús:

- No sólo cura a enfermos, sino que les perdona los pecados, con escándalo de los fariseos.

- Al publicano Zaqueo, sin reprocharle nada, le hace entender que no viva defraudando sino que viva con justicia y  espíritu  fraterno.

- En la cruz, ruega y perdona a quienes  lo crucifican y los disculpa,  diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

- Después de la resurrección, Jesús perdona a Pedro que lo ha negado, y lo confirma al frente del grupo de discípulos.

 Podemos decir que el evangelio de hoy tiene un valor universal, y de practicarse sería de gran utilidad a nuestra sociedad, en la que se da una degradación de relaciones humanas y de convivencia social.

Jesús nos da una máxima que fundamenta  la propuesta del perdón: “Sed compasivos como vuestro Padre del cielo es compasivo: perdonad y seréis perdonados”. Esto mismo decimos cuando rezamos el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Solo alcanzando una conciencia clara de ser hijos de Dios, podremos considerarnos hermanos. Y alcanzamos la plenitud humana en la medida en que imitamos  a Dios como Padre, haciendo verdad el dicho “de tal palo, tal astilla”.

HOJA DOMINICAL DIOCESANA